(“ABC“/MADRID, sábado 15 de marzo 2014)
Por fortuna el ciudadano que estampó su todo terreno contra la boca del metro de Rubén Darío salió indemne, (otra cosa será su cartera cuando tenga que afrontar los daños). Desde siempre ha habido en Madrid conductores que han querido pasar a la historia urbana metiéndose en las aguas de La Cibeles o en las de Neptuno; de noche y con alcohol todas las curvas son rectas.
Estamos ante dos conceptos muy distintos: aparcar es una cosa y dejar el coche es la contraria. El coche “se deja” cuando se llega tarde al campo de fútbol o a Las Ventas, ahí no se respeta acera o paso de cebra, es la definición exacta de jungla del asfalto. El coche “se deja” también cuando se llevan niños pequeños al colegio, da igual que se corte el tráfico porque “es un minutito”, (unidad de tiempo muy local). En cambio aparcar es un acto cívico en el que se deja el coche entre las rayas verdes o azules, previo pago en los postes del SER.
Seguramente el conductor que se llevó por delante la boca de metro de Rubén Darío diría “aquí lo dejo”, creyendo que le deberían dar un premio por encontrar un hueco que no se le había ocurrido a nadie. Listillos los hay a mogollón, mucho lavar el coche los sábados para luego dejarlos en cualquier sitio de cualquier manera. Esos mismos luego reniegan de la sanción de la grúa por tener fines recaudatorios, “¡total, si apenas han sido noventa minutos y dos prórrogas!, parece mentira que le multen a uno por aparcar en la salida de emergencia de los bomberos!”
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