Cualquier hora es buena para recibir una noticia aunque los grandes acontecimientos no saben de protocolos y se producen en cualquier momento. En los hospitales dicen que la gente tiende a morirse de madrugada, como si les costara pagar la factura de su propia luz y el cuerpo se dejara vencer por la inercia de una dinamo que se afloja. Pudiera ser. También es verdad que nacemos en cualquier momento, así que el reloj además de ser un convencionalismo lo único que sirve es para saber cuándo llega la hora de comer, aunque ese momento te lo adelantan las tripas de oso haciendo sus habituales borborigmos desacompasados.
Supongamos que eran las 15.51 y aceptemos que a esa hora sonó el teléfono.
¿Y qué?, ¿acaso quiere decir algo la referencia reloj/llamada?, no creo, no creo que sean dos vectores complementarios sino dos flehcas que tiran cada una para un lado.
Pero el teléfono sonó y lo dejé de atender con ciera apatía, vi como temblaba con espamos de pez de río en la cesta del pescador. Luego quedó el mensaje habitual.
Una llamada perdida puede ser una oportunidad desaprovechada, lo sé, pero tampoco lo quería coger porque no me da la gana hacerle caso siempre al aparato móvil. Cada uno conoce bien su aparato, ¿y si era alguien que se había equivocado?, ¿y si era alguien que me quería hacer un sondeom demoscópico?, ¿O Rajoy que me invitaba a comer en esa campaña de hablar con el pueblo?
Sonó, vibró, hizo el pez hasta quedar muerto, pero no lo cogí.
Cantaba Sabina que a veces gana el que pierde a una mujer, y yo pensé que ganaba por no cogerlo. Pero no me gusta que diga “llamada perdida” cuando a veces el perdido soy yo.
Viernes de febrero, nieva. Quizá era eso: el hombre del tiempo que me alertaba de los riesgos.
Ahora todo es móvil: ¿cómo se las apañaban antes?, sin duda que abandonar la señales de humo fue un retraso en la historia de la humanidad.
Nota.- Por favor, si eres tú vuelve a llamar.
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Es genial este post.
Más de una vez me ha pasado a mi eso. Yo creo que no lo hubiera escrito mejor. Chapó Rafael.
Y no, no era yo. No me atrevo.
Un beso!
Gracias: descartado que fueras tú sigo preguntado por aquí.
Yo tampoco he sido. Además, estabas fuera de cobertura -tú, no el teléfono-, “off limits”.
La telefonía celular ha traído un nuevo metalenguaje, muy apropiado para mentir: “estaba fuera de cobertura”, “se me ha acabado la batería” (¿a quién, al móvil o a su dueño?), “estabas en espera” (¿de recibir un giro postal?), and so on…
Y aún hay gilipollas que autorizan a la mujer -o marido- que les localice vía GPS.
Recuerdo, allá por el 88 D.C., cuando este tinglado empezaba, a un incauto, frecuente practicante del lenocinio, delatar su posición estratégica ante la llamada de su ‘santa’ al troncomóvil que hacía las veces de portátil. “¿Digameeee? Coño, ¿cómo has sabido que estaba aquí?”.
Carlos: ese chiste es muy bueno y delata al personal. Pasamos de la edad de piedra al siglo de Nokia, así nos va.
¿No eras tú entonces?, vale, te creo.
El sucedido lo conozco por delegación. En aquel entonces no existía ‘santa’ ni beata, sólo aspirantes o meritorias.
Lo que sí tenía era aquel ‘ladrillo’ llamado Ericsson Hotline, con una batería más grande que la ‘moleskine’ de Carmen Rigalt. La cobertura era vía radio (sistema 900) y había casi un sólo poste por provincia. Para llorar, en vez de hablar. El alta costaba 25000 ‘calas’ de la época y las llamadas ni te cuento. Eso sí, te sentías un ministro aunque de poca cartera.
Uno de los gestos más sencillos y comunes es el de contestar una llamada de teléfono, cuántos millones de seres repetirán este gesto a lo largo de una mañana de jornada laboral, no tiene demasiado riesgo ni mérito. Sin embargo, el no contestarla entraña el absoluto uso y disfrute de la libertad individual. Faltaría más…. Entre los avances de la telefonía está el poder saber quién nos llama la mayoría de las veces. Cuando recibimos una llamada “pelín” sospechosa dependerá de nuestra circunstancia el atenderla o no. Una llamada perdida es elección, autocontrol y respeto hacia uno mismo. Si se vuelve a producir es porque el interés por la comunicación es real, si no dejemos con total tranquilidad que se pierdan algunas de las llamadas que recibamos.
Victoria.
Era yo pero se me ha perdido el número, ya lo dices tú: llamada perdida.
Victoria, sólo se pierde aquello en lo que no tenemos gran interés, vale para las llamadas de telefóno, para los amigos y hasta para ese objeto que nunca nos terminó de gustar. Lo que se pierde va a formar parte del valle de los ocultos, una extensión inmensa que parece un escaparate de tienda de baratijas aumentado por la lupa de un gigante. Se pierden allí para siempre porque nadie les pone orden de registro de entrada, ¡para qué!, estaban condenadas a perderse. Las llamadas también.
Adu: ¿estás seguro/a?, en todo caso tampoco parece que hayas vuelto a insistir, será que era una llamada urgente de las que luego se te pasan las ganas de volver a repetir. Sin duda.
No, no, no soy yo. No puedo serlo, no hago uso de esos impertinentes aparatos. Hace tiempo que no los soporto. Bueno, la verdad es que no los he soportado nunca, desde los albores, desde que los usuarios estaban obligados a un paseo osuno de arriba abajo y de abajo a arriba o de cuando los tímidos hundían la cabeza en cualquier portal emulando a los avestruces del Gnoro-gnoo, coincidiendo sólo en el ínterin; desde que salieron de sus pesadas maletas se esparcieron por el mundo como esporas mutantes de váyase a saber qué lejana galaxia. Después y poco a poco la mirada, o más exactamente su pérdida, o más, más exactamente la pérdida de algo en la mirada… ¿y los cines?… ¡horrible!… los soltaban todos a una… luego el viaje allende los mares… de nuevo el cine… de nuevo el desquiciante concierto… rojo… naranja… negro.
Ah, y como ya te han dicho por ahí: Capó, Rafael.
“Chapó”, que me falla este teclado, que no veas.
Muy Señores Míos: me gustaba más ser el capo que el del chapó pero ya se sabe que “la vida es móvil”, ¡que se lo digan al alcalde de Boadilla!, ¡ese hombre!
Me encantaría que escribieras un post con las avestruces del Gnoro-gnoo, (hace tiempo que no voy por allí), a veces lo urgente puede a lo importante y cuanto menos hablemos de avestruces más infelices seremos. El avestruz es una avutarda que ha dado un estirón.
Gracias, amigo.
Ja, ja ja…
Los teléfonos móviles agobian un poco más cada día. Los teléfonos móbiles senan constantemente con musicaillas que dan risa. Los teléfonos móbiles formar parte del vestuario social actual. Lo que un día fue un arma para un ejecutivo, es hoy un juguete para los niños. La gente puede hablar de vanas tonterías o dedicarse al espionáje como últimamente hacen algunos…, los adolescentes ya no se envían catas de amor, ni “no me olvides” de plata. La cosa es mucho más fría, y la juventud prefiere un concesionario oficial a una floristería o a un libro de poesías…. es l oque tieen la evolución, cuando ahora se produce el anivesario de Chalrles Darwing…. poco esperaba el hombre que evolucionara más la tecnología… que el factor humano.
Un saludo.
Sergio Farrás (escritor tremendista)
No fui yo entrañable Laavutarda, pimero porque el ‘mobi’ cuesta un Ei, en estos tiempos de escasa liquidez. Si me das el fijo prometo darte la lata a altas horas de la madrugada.
Yo también pienso que no hay que coger todas las llamadas, cuando no tengo ganas de hablar, no lo cojo y listo. Aunque reconozco que son útiles en muchas ocasiones.