(“Las Provincias”/VOCENTO, martes 3 de diciembre 2013)
Entre el silencio de Cándido Méndez y la locuacidad del dimitido Fernández Sevilla se escribe la parábola del buen sindicalista: el que esté libre de pecado que arroje la primera gamba. Sin entrar en mayores debates teológicos cada cual establece dónde tiene su alma y dónde su interés gastronómico, pero utilizar el sindicato como excusa para colar facturas falsas es tan lamentable como parece, y tardar en dar explicaciones es peor.
El sindicalismo de Fernández Sevilla es la prolongación del señorito cacique por otros medios, bajo la apariencia de crítica con el poder establecido y la defensa de los trabajadores lo que ha habido es un contubernio con la Junta de Andalucía a la que se le colaban facturas falsas porque se tenían por impunes. El esperpento es tal que de haber seguido al frente de UGT-A se podría haber dado el caso de una mutación genética que diera como resultado al sindicalista traga-gambas como nueva especie de la evolución humana. Y hasta podría haber sido divertido que en su dieta sólo incluyera marisco si no fuera porque se le robó al trabajador de sus cuotas para organizar unas jornadas gastronómicas que eran la cumbre del taconeo y el rebujito, el despiporre avalado con la firma de la Junta. Trincar de las cuotas sindicales es altamente infame y más hacerlo sin atisbo de arrepentimiento, mostrando una falsa apariencia de líder de izquierdas que denuncia corrupción en la arrogante derechona instalada en el púlpito de la patronal.
Si continuamos con la parábola del buen sindicalista parece que Cándido Méndez se toma un tiempo largo antes de reflexionar en los sucesos acaecidos en UGT-A, es decir que el secretario general es de “digestión lenta” de los procesos internos que deberían tener otra manera de ser resueltos, salvo que espere a que la jueza Alaya se lo solvente por la vía judicial. Méndez parece un pollo asustado en corral ajeno pero todo lo que ocurre ha sido bajo su mandato, bajo sus órdenes y bajo su barba. No tiene vía de escapatoria, cree que ganando días va a solucionar el problema pero a cada nueva información otro disgusto para el secretario general.
El daño al movimiento sindical, al orgullo de los trabajadores, a la imagen de la izquierda que representa UGT no tiene precedentes; están por ver las consecuencias en forma de descrédito y de bajas en militancia. No admitir el daño pronto siempre ha tenido como consecuencia la huida hacia adelante que suele acabar mal. Por su parte a Fernández Sevilla, dimitido pero al que se le deben exigir explicaciones, le espera una próspera carrera de jurado en “Máster Chef” o como organizador de fiestas. Una vez jubilado el célebre Rodolfo Langostino que trabajaba para Pescanova le queda terreno libre como principal impulsor de la gambita roja de Huelva. Si se libra de la quema logrará por otras vías el lujo que tanto ansió cuando presumía de sindicalista ejemplar.
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Etiquetas: Cándido Méndez, Fernández Sevilla, jueza Alaya