(“OTR“/EUROPA PRESS, miércoles 27 de noviembre 2013)
“Rasguños”, “heridas superficiales”, “cuchillas disuasorias”, sólo le falta al Ministro del Interior decir que los inmigrantes utilizan las navajas de la valla de Melilla para afeitarse. Fernández Díaz tiene un debate interno que es galerna en su conciencia de gendarme: si las cuchillas no cortan entonces no valen, y si no valen para qué las ha puesto teniendo en cuenta el daño que pueden causar. Torquemada lo admitía todo sin mayores complejos: los potros de tortura estaban hechos para desmembrar desgraciados, en ningún momento la Inquisición pasó por ser una institución de beneficencia que repartía mimos entre los herejes. Lo que no se puede es ser “navajita plateá” de día y garante de las libertades de noche; exigir algo de coherencia sería oportuno.
Eugenio, el humorista, retrató al Ministro del Interior años antes de que fuera nombrado cuando decía que el peligro no eran las balas si no la velocidad con la que vienen. Claro que lo de Eugenio era un chiste y las cuchillas de Melilla son una triste gracia que en su día también fueron instaladas por el gobierno de Zapatero, (por un lado se predicaba la alianza de civilizaciones y por otro se cercenaban inmigrantes con total despreocupación). No es Fernández Díaz un incoherente solitario, Rubalcaba también lleva lo suyo.
El drama de las mafias de inmigración que trafican con personas es bastante antiguo y ha estado controlado a base de “engrasar” a los mafiosos del Rif que vivían a costa de los presupuestos generales del Estado español. Y si las mafias nos amenazan desde la proximidad del monte Gurugú, (que domina Melilla), es porque hemos dejado de invertir en servicios secretos para ponerle escolta a Urdangarin, por ejemplo. La frontera no se defiende desde una valla, hay que hacerla respetar desde mucho mas atrás para evitar sustos. La última vez que crucé por el paso de Beni Enzar, entre Melilla y Nador, pude observar la apatía manifiesta de los gendarmes marroquíes que pasaban de controlar el puesto, decenas de personas se agolpaban junto a la segunda verja, la española, y desde allí insultaban a los policías con descaro.
Si el ministro del Interior insiste en la instalación de la concertina también le pueden ser útiles otras ideas igual de absurdas como un foso con cocodrilos vegetarianos que naden de manera sincronizada como pacíficos delfines de zoo. El concurso de inanidades queda abierto, cualquier aportación es bien admitida menos la de hacernos creer que las cuchillas son cosa de la acción humanitaria y que están pensadas para disuadir de manera pasiva, o quizá quiso decir que si las mirabas tenían efectos hipnóticos.
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Etiquetas: cuchillas, Fernández Díaz., Melilla