(“EL BOLETIN“, miércoles 6 de noviembre 2013)
Síntoma de una mala calidad democrática es carecer de unos medios públicos independientes y con rigor. No se engañen, al jefecillo local no le interesa tener cerca a un medio que no pueda comprar aunque sea de manera parcial.
Es demasiado pronto para hacer la autopsia al cadáver de la televisión pública valenciana pero en pura lógica el estudio de sus vísceras nos dirá que se le atacó desde el lado del liberalismo mas radical para decir que no era rentable. En efecto, las televisiones y radios públicas no tienen en sus deberes que competir por la publicidad y por lo tanto no han de ser rentables, han de ofrecer servicios de calidad nada menos. Tampoco tienen que estar sobredimensionadas a base de meter enchufados a los amiguetes correspondientes para que, a su vez, controlen escaletas e informativos. Y menos aún estar al servicio de lo que diga la presidencia del Gobierno local porque cada dos por tres le recuerdan que viven de subvenciones y que ellos les colocan a sus tertulianos y contenidos porque para eso es su juguete.
Parece que no hemos entendido lo que es un servicio público que está pensando para los ciudadanos y ellos son los que pierden cuando cierra un canal. Esa autopsia debería explicar los contratos externos y los sueldos que se pagaban en “Tómbola” en tiempos de la opulencia, o en aquellas tertulias, (ya “tombolizadas”), al servicio de Camps que no sólo pagaban soldada al tertuliano si no que también corrían con viaje, hotel y manutención. Y todo para alabar a la Comunidad que era ejemplo en España y que tenía circuito de Fórmula 1 y construía en Castellón un aeropuerto en el que podían aterrizar cohetes de la NASA, (por desgracia no se ha visto ni a un triste OVNI).
Aquellos que confundieron periodismo con el arte de hacer la pelota al señorito también tienen una alta dosis de culpa en el declive de esa televisión autonómica, y me temo que también de otras. Si aplicamos lo que ha ocurrido en Valencia a lo que pudiera pasar en Madrid nos daríamos cuenta de que son casos muy parecidos, el presidente madrileño ya ha anunciado que no podía hacer frente al coste que supondría el regreso de los empleados despedidos en el ERE, por lo tanto cerraría TM3 que ya anda moribunda de audiencia y de proyectos.
Los sindicatos también son responsables de lo que ha ocurrido en Valencia, en los años de la opulencia se les escuchó muy poco quejarse de lo que suponía aumentar el tamaño del “monstruo”. Todo sea que esa autopsia nos diga que también colocaron amiguetes en puestos de mando en función de una cuota que era intercambio de cromos.
Quién pierde es el ciudadano y a él se le deberían dar explicaciones mas inteligentes que ligar el cierre de un medio al de un hospital o un colegio público como dice Fabra, (¡menudo personaje!).
Pero también el ciudadano debe exigir que no le quiten su radio y televisión mas próximas. Por supuesto en el caso de que el ciudadano sea consciente de que la libertad de prensa le beneficia y que el cierre de un medio de comunicación es una pésima noticia para él.
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Etiquetas: Aeropuerto Castellón, Fabra, Fórmula 1, Radio Televisión Valenciana