Y te miro de frente y apunto. Te tengo a tiro. Calculo el peso de la bola, la velocidad, la distancia. Para eso me ayudo de la lengua que es el radar de la gente corriente, (si sacas la lengua calculas mucho mejor). Luego disfruto con tu cara de miedo, y doy un pasito corto. En mi mano la bola, en mi cabeza la intención, en mis ojos pasan la película antes de que llegue el estreno.
No te fíes de las chicas que tienen cara de buenas, ni de sus botas aflamencadas. Llegado el caso todos tenemos un demonio dentro que invita a tirar nieve helada por el cuello de tu padre.
Nota.- Tuve que sonreir, es mi hija. Ahora sólo pienso en la siguiente nevada para cobrarme la venganza. ¡Hombre!
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Una vez más el corresponsal gráfico de guerra cae en combate por querer plasmar la imagen misma de la noticia.
Rafa, no se si te darán el Pulitzer pero la cara de la niña en la foto merecía la pena el bolazo.
Un abrazo.
Félix: si no te dejas “embolar” por tus hijos es que tienes un corazón de esparto, ahora bien, ¡habrá venganza!, esto no puede quedar así.
Otro abrazo para tí.
El genial momento lo describes con gran precisión como la secuencia de terror de una película. Es verdad que se puede oir el tic-tac de tu corazón, la música típica de suspense y se puede “cortar” el miedo…. Más que la cara de tu preciosa hija tendríamos que haber visto tu cara. Sin duda sería elocuente y explícita. Hay emociones que no se pueden ocultar. Ni se deben….
¡No todo va a ser negativo cuando nieva!
Victoria.
Victoria: genial momento… depende, si te van a dar el bolazo no lo ves tan genial. Pero había que estar ahí con el pulso firme de la cámara. Es verdad que cuando nieva no todo es horroroso, siempre hay un hueco para la esperanza.
Si no fuese por su mirada angelical -¡joder con los angelitos!-, esa expresión taimada y desafiante demuestra tener cuentas pendientes con el deudor.
La cara de este último, chinesca, casi estreñida, no la podemos apreciar, sólo la intuimos.
La verdad, si Zapatero y sus sucesores -si no se eterniza- no te garantizan la pensión postcurrem, lo tienes claro.
Pues sí. Claro y helador.
Y el abominable hombre de las nieves se derritió ante esa mirada pícara y angelical al tiempo. Y perdón por lo de abominable, es lo que se dice una licencia poética…