(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 15 de septiembre 2013)
De un tiempo a esta parte varios dirigentes políticos están por hacer una reforma del texto de la Constitución porque lo tienen por “viejuno”. Lo curioso es que quienes mas lo exigen antes estuvieron en el poder y fueron incapaces de iniciar una tímida reforma de la Carta Magna. Aceptemos que nos hacen falta algunas reformas, si fuera por Margallo mas que una adaptación a los nuevos tiempos lo que hacía era pasar la podadora por los diez títulos y 169 artículos. Según el ministro la Constitución son dos artículos y el resto literatura. Cabe preguntarse a qué velocidad pudo leer “Guerra y Paz” de Tolstói, seguro que le pareció un cuento corto.
Nuestro modelo social ha cambiado desde 1978 y en lo que respecta en conciencia crítica ha ido a peor, acúdase a las audiencias de televisión para comprobar qué temas nos gustan y de qué manera Jorge Javier ha desplazado a “La Clave” de Balbín. Tan baja exigencia moral lleva luego a un desinterés por la cosa pública y de ahí que los dirigentes sean cada vez mas flojos. Comparados con los adolescentes del 78 nosotros, ahora, somos mucho mas adolescentes y nos entrenemos mirando la pantalla del móvil y renunciamos a la lectura como si nos diera alergia tocar un libro. Y, en cuánto al libro electrónico del que soy entusiasta, hay que reconocer con vergüenza que también funciona el pirateo.
La reforma nos puede llevar un rato largo y podría dejar el país ingobernable porque afectaría a la sucesión de la Corona; a las relaciones con las autonomías; ¡y también al lugar dónde se redactarían esos textos!: el Congreso. Las goteras del último pleno nos dicen que además de estar a la letra hay que subirse al andamio porque se cae el chiringuito. Un Congreso no puede regirse por las pautas meteorológicas de un cine de verano. Reforma también en las relaciones entre grupos políticos, es absurdo que quienes se ignoran luego pretendan ponerse de acuerdo. Cada uno de los artículos paridos en el 78 tenía detrás grandes litros de café y cientos de cigarros estrujados en el bar que estaba en la parte alta de los escaños. Así se entendieron Fraga y Carrillo.
Todo eso choca con la realidad que dice que en los partidos se ignora a los militantes así que mucho mas a los votantes, y que los dirigentes políticos están por colocar la frase que genere debate en las tertulias antes que en remangarse para estudiar un papel. Si no apareces en la tele luego no vas en las listas y cuando la política se convierte en oficio las listas son lo mas parecido a una tabla de salvación.
De momento a ver si tapan las goteras del Congreso porque parece que obra de Cecilia, la del “ecce homo” de Borja.
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