Todos trompeteamos alguna vez, es sólo cuestión de fijarse cuándo.
Yo trompeteo, tu trompeteas. Ejemplo práctico: estación de cercanÃas de Málaga, entra un señor de cierta edad y se “amelona” ante tanta ventanilla, el buen hombre no sabe dónde acudir para pedir el billete, su cabeza no puede procesar tanta información. ¿Y qué hace?, ¡pues trompetea!
¿Que no?, pues es muy sencillo. Se trata de mover la cabeza a un lado y a otro, de soltar aire por los labios y suena tal que asÃ: tropotó, tropotó, tropotó. Es algo muy breve, apenas perceptible, pero que libera de una tensión acumulada. El trompeteo es algo común, no es grave, no tiene tratamiento y tampoco se conoce que haya matado a nadie.
No se trata de ser Louis Amstrong, ni de cantar lo bonito que es el mundo con la mismÃsima campanilla a fuego hirviendo. Es nada más que un experimento de emotividad nacional. Es justo lo que hace Rajoy cuando ve que su partido nunca gana ni en las encuestas. Entonces trompetea, claro, y se queda tan pancho.
No es malo trompetear, lo malo es no darse ni cuenta, (esta última frase se la tomo prestada a Rosendo Mercado que tituló de esa forma a uno de sus discos). Rosendo igual trompetea cuando sube al escenario. Se lo preguntaré.
Nota.- Aquel hombre de la estación después de trompetear dijo unas palabras memorables… “no, zà zÃ/ no, zi no”. Y ya.
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Cada loco con su tema, y cada movedor de testa con su dirección preferida; porque, si es para nota -y lo es- lo del movimiento horizontal de los trompeteros, no es para menor nota, el movimiento en sentido vertical de quien hace denodados esfuerzos por convencernos con ese meneo de pianista nasal -quizá-, quizá, para intentar metérnosla doblada al personal y metersela de la misma guisa a sà mismo, con su impenitente vocación y propensión a eso de lo que hablabas en otra entrada el otro dÃa en este blog: LA MENTIRA (todas mayúsculas, conste).
Mi queridÃsimo Rafael,
que razón tiene Ud. Tocar la trompa es tan usual que parece el atisbo mismo de una úlcera a punto de estallar.
No hay nada más ingenioso -a la vista está- que trompetear es como aquello que marca la consonante, el acento, el punto seguido, y hasta el final.
Todo sea dicho de paso, que para no ser comúnmente literal sobre el discurso de *toque de queda porque alzar la voz ya no pega, y es de maleducados, y ser discreto es más que lo usual y no dice nada que no sea comprobado por el protocolo de turno ya que trompetear es la mejor opción en época de crisis “existenciales” y que suene la música oiga!
Un beso Rafael!
pd. (no querÃas que fuera tan cortés? pues toma taza y media, pero después de todo le aprecio Sr. MartÃnez-Simancas).
Muy señores mÃos: pues igual el trompeteo va a ser la anestesia previa a calzárnosla doblada, pero en el caso de este pobre hombre no creo. ¿Quién no ha trompeteado alguna vez cuando no encontraba su coche en el parking?, ¿en qué planta está?, turu ru ru rú.
Es verdad, no es mentira.
Paqui: gracias por el peloteo pero es innecesario, aquà todos nos llamamos de tú, bebemos a morro y nos sentamos tal y como “no manda” el protocolo. Es otra forma de trompetear.
Me recuerdas aquello que decÃa Groucho: “disculpen que les llame caballeros pero es que todavÃa no les conozco del todo”. Un placer leerte, ya sabes donde estamos.
Laavutarda, cómo no estar de acuerdo, si todo es según el color del cristal… y lecturas hay, probablemente, más de una per cápita.
Para ‘trompetista’ mayor del reino, don Manuel Fraga, bamboleante (como cantaba julio Iglesias), cadereando, como Shakira, con peor ritmo.
Otros trompetean con los ojos como el ministro Bermejo; con la nariz como el alcalde madrileño; con las manos como Maleni…
¿Por qué he elegido sólo a los polÃticos? Porque todos ‘tocan’ la misma melodÃa.
Muy Señores MÃos: la lectura per capita ha caido también con esto de la recesión. Hay menos lectores o es que tienen las capitas echadas a perder. Y es posible que una capita sana valga por cien cabezas de cabra. “Capere” en Roma era un insulto, era ser el marido de la cabra.
Carlos: brutal la comparación con Fraga, te has salido. Es verdad que trompetea, y que Gallardón tienen nariz de trompetista y Maleni vocación de tomatina.
Nos sobra la percusión por todos lados, pero todavÃa nadie me ha respondido a qué deberÃa haber hecho aquel señor que iba a coger el tren de cercanÃas y se “amelonó” ante la excesiva oferta, ¿no es mejor porner un tren y luego otro?, ¿para qué una T4 si luego funciona igual de mal que una estación de autobuses de pueblo?
Espero la respuesta y trompeteo.
Una reclamación-procedimiento de la mano del mismÃsimo Juez Baltasar Garzón??
Porque éste Sr. lo que se dice “trompetear” lo hace y además moviendo cimientos entre otras perlazas de éste siglo!
No me diga que no le vendrÃa de perlas al señor de cierta edad que se ponÃa “amelonado de cuerpo presente” ante la ventanilla de Renfe.
Un beso Rafael!
;P
Paquiš: ¿quieres que le hagan la autopsia en vivo al paisano que acudió a la ventanilla?, ¿no te parece excesivo?, una cosa es pasarse la vida pagando el entierro en incómodos plazos y otra arrancarse los higadillos por una tonterÃa.
A ver si más que trompetera vas a ser una quebrantahuesos. Háztelo mirar.
Yo creo que ese buen hombre era un sabio: ante una situación que nos supera, contraataquemos con música, que amansa a las fieras, aunque sean las de Renfe. Trompeteemos en fin.
De lejos puede parecer extraño, incluso patético, pero no hay como acercarse y dejarse trompetear el oÃdo para descubrir que produce agradables cosquillas.
el trompeteo en la oreja está recomendado por dos de cada tres dentistas, y es muy beneficioso antes de dormir. Libera tensiones y elimina alcaloides del tipo gallardonoides.
Es que una recesión, Laavutarda, es una recesión, de lo contrario no serÃa una recesión. Vamos, digo. Lo que no quiere decir que, además, las capitas para cubrir sus cápitas y las mismas cápitas las tengan â??o las tengamos, ¡a qué disimulos- echas unos zorros y hasta, en casos, unos zorrones: la viña del Señor. Y ya que estamos en la mención de injurias animalÃsticas, me permito recordarte que no hace falta remontarnos a los tiempos de las lanzas y lorigas, que a la salida de mi casa, sin tener que esperar más de 15 minutos, te puedes encontrar el equivalente en román paladino de â??capereâ??, de manera abundante. O sea…
Vaya, vaya, habrá que aplicar el beneficioso remedio que le es recomendado a Bárbara; más que nada por intntar esos malditos alcaloides del tipo gallardonoides… Con las ganas que les tenÃa.
T4. Madrid. Capital del Reino. Siglo XXI. Fanfarria trompeteril. Trompetea el usuario poco viajado, normal. Trompetea el nuevo empleado de handling, el chaqueta roja, la señora de la limpieza, el segurata, la azafata de Air Nostrum (siempre pa’ la esquina de la terminal, ¡joder, y yo con estos tacones!), el taxista -siempre “pelas”- cuando le guindan la plaza.
¿MegafonÃa? ¿Qué es eso? En Madrid somos más listos que nadie, tenemos plasmas -también trompetean- y casacas, rojas y verdes. Y Aena, qué pena… ¿trompetea?
Creo que me he perdido un poco…. pero volviendo al verbo que nos ocupa “trompetear” lo podrÃamos definir como un estado de confusión pasajero aderezado de cierta dosis de nerviosismo. El pobre hombre de la ventanilla tiene menos peligro que cuando Rajoy trompetea porque en el caso del primero no sabe por qué y el segundo si lo sabe pero hace como si no lo supiera. De humanos es admitir la confusión que de cuando en cuando pudieramos tener. En tal caso sólo tenemos que aprender o mejorar, pero en el segundo caso, en el de Rajoy, el efecto de “trompetear” no obedece a la causa. Por lo tanto en vez de aprender o extraer consecuencia del efecto él, y otros muchos más, se limitan a…..marearse a sà mismos y al personal.
Victoria.