(“COLPISA“/VOCENTO, viernes 2 de agosto 2013)
Parecía que Rajoy hubiese desayunado “barcenita”, (una sustancia energética elaborada a partir de las cenizas de los puros a medio apagar que se fumaba Bárcenas en Génova). El presidente del Gobierno salió arriba nada más empezar el encuentro y con decisión tiró la primera piedra antes de que le preguntaran si estaba libre de pecado; Rajoy sale más fuerte del debate para los suyos, mas solo en el Parlamento que le ha hecho ver que pedir perdón no es suficiente para asumir una responsabilidad política, y jurando que no hay relación entre donantes y sobresueldos en el PP, cuestión que tendrá que decidir el juez Ruz. Rajoy también se ata a las posibles informaciones que pueda ir arrojando el ahora proscrito Bárcenas y que hasta hace unos meses estaba a nómina del partido. Es posible que equivoque responsabilidad penal con asumir graves fallos políticos, cada tema va por una ventanilla distinta.
Quizá se pasara en la frenada y como temía verse condenado antes de emitir su alegato de defensa fue más allá y cargó contra la oposición de manera bastante dura: rompe los puentes de diálogo, se enfrasca en su discurso, coloca a Rubalcaba en el centro del eje del mal. Lo que no esperaba es que Rosa Díez pidiera su dimisión de manera directa e invocando razones de higiene democrática. Tendrá que valorar si puesto que no va a dimitir para no darle alegrías a Rubalcaba y no va a convocar elecciones anticipadas para no satisfacer al resto de grupos parlamentarios le merece la pena seguir gobernando en la burbuja técnica de la mayoría absoluta que desoye lo que no le conviene también “de forma absoluta”.
El discurso Mariano Rajoy tenía una clave exterior para calmar a los mercados y a quienes le tienen por un tibio que domina la técnica del avestruz. La pregunta es si estaba tan seguro de sus argumentos por qué no lo esgrimió antes dando fin a un periodo de incertidumbre generada por sus mil formas de evitar el apellido Bárcenas, algunas ciertamente cómicas por lo incómodas que le resultaban. Ayer se dio cuenta de que podía nombrarlo sin que se rompieran los espejos de Moncloa y se distanció de él de manera oficial; lo malo es que también se ha divorciado de su “talante” aunque puede que esto último sea parte de una estrategia amarga para el resto de la legislatura.
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