Helados y gaviotas

Leía hace poco en “Sur” el testimonio de un vecino malagueño que se quejaba porque las gaviotas cada vez entran mas en “territorio humano”, no sólo que se encaramen a las terrazas de los pisos altos si no que a él le habían quitado el helado del cucurucho que llevaba en la mano cuando paseaba por la calle. El susto debió ser monumental por parte doble, por la del vecino y por la gaviota que pensaría que vaya mierda de gusano frío se había echado al pico. Esta historia urbana, que no leyenda, sirve para demostrar que cada vez nos metemos mas en territorios de gaviotas, y que su venganza no es mas que meterse en nuestras terrazas. La ley de costas ha preferido recortar terrenos de playa y las gaviotas han pasado al ataque incluso probando helados que no son alimentos habituales en su dieta.
El ser humano avanza pero los animales no están por la labor de retroceder y eso me gusta porque tiene mucho de revolución imparable: si usted construye cabañas junto al lago sepa que se lo comerán los osos. ¿A quién se le ocurre ponerse a tiro de un panal de abejas? Estamos convencidos de que esos campos de golf tan bellos en postales no pueden verse llenos de ovejas merinas que andan de trashumancia.

No tengo duda alguna: estoy de parte de las gaviotas aunque el vecino se enfade conmigo, es más: si hiciera falta le pago otro helado pero nadie le puede garantizar que no vuelva esa gaviota o cualquier otra. Y puede darle gracias al cielo porque solo le cogió la bola de helado, si le llega a aflojar el vientre encima le hubiera dañado con el peso de una bomba ecológica de las que dejan huella.

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