Un joven de 29 años que puntualmente realizó trabajos para la CIA ha puesto contra las cuerdas a la agencia de espionaje y a Obama. El flamante Premio Nobel de la Paz, según cuenta Edward Snowden, se pasa por el forro las garantías de seguridad de las redes sociales para controlar perfiles, datos, gustos y comunicaciones. Feo está lo que hace Obama, (por cierto qué dirían si detrás hubiera estado Bush), pero peor pinta tienen los pringadillos que cuentan en la red lo que no le dirían al confesor en plena agonía.
La gente escribe en sus perfiles de las redes sociales sus mas increíbles relatos pensando que solo lo verán sus amigos, pues parece que en la CIA también están muy interesados por saber quienes son sus amigos, dónde va de vacaciones y a qué grupos musicales está usted unido. Forma parte de la guerra declarada contra el llamado “eje del mal”; seguro que la foto de su niño en la playa no va a aportar mucho sobre la captura de talibanes pero nunca se sabe si en esa arena hay huellas peligrosas. Además, bien que lo dice la letra pequeña que nadie lee: aquello que se cuelga en una red social pertenece a la misma, usted puede hacer uso pero cede la propiedad intelectual. Pongamos por caso que unas vacaciones por un país americano ve a su querubín de ricitos de oro anunciando papillas, esa foto la ha vendido la plataforma digital porque tiene los derechos de reproducción y usted no ha visto un euro por ingenuo.
Los nuevos “panolis sin fronteras” escriben cuándo se van de vacaciones, cuándo vuelven, con quienes van a hacer el viaje y luego colgarán las oportunas fotos etiquetando a sus amigos. En la CIA no tienen mucho trabajo que hacer mas que casar nombres, datos, fechas, ex amantes, tal y como haría La Vieja del Visillo de José Mota. El resto es escuchar conversaciones y escudriñar mensajes en los que además de cuernos hay intereses comerciales y contenidos de todo tipo.
Nunca fue tan fácil ser espía, antes se lo tenían que trabajar mas con sus disfraces de Mortadelo y jugándose la piel en escenas de Bond, ahora con sentarse delante de una pantalla, crear un perfil falso y esperar a que caigan datos ya lo tienen todo hecho. Hemos pasado de “La Espía Que Me Amó” a “La Espía Que Me Aceptó”. Por increíble que parezca preferimos contar a un muro virtual lo que no nos atrevemos a decir a un amigo. Y Obama detrás con la trompetilla enterándose de todo siempre guiado por ese afán de controlar nuestra seguridad. Si, hombre, sí: Obama es usted un cotilla que se aprovecha de la buena voluntad de los demás que somos tan trasparentes que etiquetamos secretos con inconsciente felicidad.
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