Poco hay de espíritu olímpico en las calles de Estambul dónde cada atardecer hay gente que se organiza para correr la “maratón de Erdogan”, también conocida por la prueba de zafarse de sus policías que persiguen con chorros de agua y gases a los críticos de un régimen descompuesto. Poco hay de esa paloma, de los cinco aros, de Coubertain y de la poesía que encierra una causa deportiva, centenaria, universal y heroica. Salvo que nos quieran hacer ver que los contenedores ardiendo en las calles son ensayos del pebetero olímpico, algo que no colaría.
La desgracia del vecino nunca ha sido bandera del deporte pero de las tres candidaturas que estarán en el bombo de Buenos Aires, una de ellas que hace aguas o mejor echa chispas. El próximo 7 de septiembre tendrán que decidir el destino de la llama olímpica entre Madrid, Tokio y Estambul. Esta última candidatura se presentaba como la mas solvente por ser enlace entre Europa y Asia, puede presumir de crisol de culturas, y además no queda tan lejos de Atenas con lo cual la llama iba a recorrer poco tramo, (aunque tenga que dar esa vuelta ficticia al mundo para que se fotografíen los mandatarios en un gesto de inusual sentimiento de paz). En esta ocasión se antoja difícil ver a Erdogan haciendo un tramo en pantalón corto por las calles de Estambul porque se arriesga a que le manden al “Cuerno de Oro”, (al del Bósforo quiero decir), allá dónde tuvo residencia el célebre Ataturk.
Así las cosas no parece que la candidatura de Madrid sea puesta en mal lugar por la antigua capital otomana. Mientras sigan los líos callejeros Estambul ofrecerá una imagen bastante alejada de la calma que se asocia a la práctica del deporte. Madrid no tiene la culpa de que Estambul se haya puesto solita la zancadilla, que hubiera repasado bien sus cordones sueltos antes de salir a la calle.
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Etiquetas: Erdogan