Teníamos una maqueta en la esquina de Alcalá con Gran Vía que fue inaugurada por los reyes en el centenario de La Gran Vía, (abril de 2010). No era un monumento de gran tamaño pero rendía homenaje a tan señalada vía urbana símbolo de cuando Madrid decidió crecer a sus anchas en modernidad. Frente a aquel monumento creado por Javier Aguilera Rojas se hacía la gente fotos porque era como entrar en el famoso cuadro de Antonio López, pero una noche de “autos”, (nunca mejor dicho), una conductora empotró su coche contra la base dejando seriamente dañada la obra. Un impulso irrefrenable, un talegazo en toda condición.
Se procedió a la retirada del vehículo, se recogieron trozos de chapa y también restos del monumento para su inmediata reparación pero ese carácter de urgente siempre es relativo: han pasado varios meses desde enero y no sabemos nada. Uno espera que la conductora se haya recuperado, que el coche haya podido ser estirado en el taller, pero también desea que el monumento a La Gran Vía regrese a su lugar en la isleta que lo parió, justo allí dónde los guiris se hacen fotos y los madrileños cruzan con prisa. Tanto secretismo no hace presagiar nada bueno.
Lo que ha ocurrido aquí es que nunca se sabe dónde vamos ir a parar, o mas bien dónde nos vamos a detener y que los volantazos son malos cuando de noche todos los gatos beben de su petaca. Esa conductora seguro que no tenía nada contra la historia pero de un porrazo se ha llevado un símbolo de cien años como el que no quiere la cosa.
Lo deseable es que el Ayuntamiento de Madrid mostrara alguna foto del taller en el que se ocupan de la recuperación del monumento, una prueba de vida aunque sean los diez mil trocitos en los que se rompió. Por complicado que sea siempre habrá alguien capaz de solucionar ese puzle. Quedamos a la espera de noticias del monumento, pendientes de que vuelva a su sitio oliendo a betadine con el brazo en cabestrillo.
Compartir: