(“COLPISA“/VOCENTO lunes 29 de abril de 2013)
Una vez que el Gobierno ha asumido que el diagnóstico de la economía no va a mejorar hasta que acabe la legislatura es el momento de salir corriendo a pedir una segunda opinión y ésta puede manifestarse en forma de un gran pacto de Estado. La economía no va bien pero la credibilidad de la clase política está peor, no es necesario acudir a las encuestas del CIS basta con escuchar el pálpito de la calle que le ha perdido el respeto al miedo.
Griñán y Chacón son partidarios de llegar a acuerdos sobre economía y aunque a Rajoy le cueste un par de bostezos añadidos le ha llegado el punto de resignarse o actuar. Lo que propone el PSOE, vía Griñán, es una reedición de viejos acuerdos que se dieron entre las principales fuerzas políticas y agentes sociales durante la transición. La sordera selectiva del presidente no le saca de un discurso monocorde, pesado, cansino, el momento es complicado en extremo y el diálogo puede funcionar como terapia. Se hace muy duro pensar que si Rajoy hubiera sido Suárez no se habrían alcanzado los Pactos de la Moncloa. Pedir “paciencia” a los españoles desafina en exceso con la partitura que se exige en tiempos difíciles. “Paciencia” mientras se mantiene una estructura paquidérmica de enchufados y cargos de absoluta confianza; mientras se olvida adelgazar la estructura del estado; mientras no se acierta con la medicina económica. No cuela el mensaje zen emitido desde el palacio que Carlos V hizo construir en terreno de La Alhambra, reducto del último rey nazarí. Tenemos frescas sus palabras cuando vaticinó que el 2014 sería un buen año.
Rajoy marcó una campaña electoral basada en los defectos económicos del “zapaterato” y no parece dispuesto a acercarse a Rubalcaba mas que a la distancia estrictamente parlamentaria, y con el resto de grupos igual. También se ha encargado de lanzar sombras de sospecha sobre los sindicatos hasta hacer imposible el diálogo. Es cierto que la mayoría absoluta le basta para gobernar pero él verá si le merece la pena encerrarse en los recuerdos como Boabdill y esperar a que llegue la hora de irse como le pasó al último habitante de La Alhambra al que su madre regañó por haber sido incapaz de afrontar los problemas de manera directa.
El pacto no es una cesión de soberanía y puede estimular el juego político. La ausencia de gobierno, la resignación ante el destino, la incapacidad por generar ilusión es muy peligrosa porque ese hueco lo gana la protesta callejera y ante eso ya pueden poner vallas altas que por encima quedará el descontento. Sin duda que Rajoy obtendrá “paciencia” de los mas fieles pero se trata de gobernar para todos en tiempos revueltos no solo en lo meteorológico. Churchill fue un ejemplo de cómo dialogar sin ceder un ápice de su carácter para evitar la catástrofe; creer que de la actual crisis salimos solos o por gestión, (o sugestión), de unos pocos es muy infantil.
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