(“ABC“/MADRID, sábado 20 de abril 2013)

La “pijez” como la energía: ni se crea ni se destruye sólo se transforma así que Borjamaris, Pocholos y demás seres de barra se desplazarán a otros lugares siempre guiados por la luz de una linterna de la marca “La noche me confunde”. No se trata de la extinción del Borjamari de toda la vida, tan solo tendrán que desplazarse con sus pantalones de colores a otra parte de la ciudad. Puede que les cueste recalibrar su GPS del ocio pero de verdad que hay sacrificios mas duros en la vida, (en-serio-te-lo-juro-tío).
He de recordar que Pachá antes de ser templo de la noche, (pija), madrileña fue cine de barrio, el Barceló, dónde los niños vimos a Tarzán peleando a brazo partido con los cocodrilos. Era un cine tan respetable que te dejaban aplaudir y comer pipas que alfombraban el suelo, por supuesto con sesión doble y matinal de los domingos dónde vimos galopar bisontes después de tragarnos el NODO de las inauguraciones de pantanos y planes de desarrollo.
Pero un día el cine de barrio se cerró y pusieron en la entrada a un portero llamado Martin dispuesto a controlar quién podía pasar a la selva de tan selecta disco; los niños de papá primero, faltaría más. Se les veía venir porque no hacían cola y le daban la mano al portero como si se conocieran de toda la vida, (también se les identificaba por el GTI, el jersey amarillo y sus juramentos por Snoopy). Martín estaba puesto allí para luchar contra el ataque de los calcetines blancos carnívoros igual que Tarzán peleaba con las alimañas y los cazadores furtivos. De la selva africana pasamos a la selva de la noche capitalina, otro tipo de ecosistema donde las panteras llevaban tacón y los “mas monos” una alta dosis de gomina en sangre.
Todo eso es ya parte de la historia que algunos no recordarán debido a las copas que llevaban encima, y otros quizá lo quieran olvidar porque no ligaron a pesar de haber hecho horas y horas de barra. Los Borjamaris se irán como se marchó Tarzán… a otras charcas.

Compartir: