Figuras de cera

(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 21 de abril 2013)

Al margen del IBEX hay otro indicador que refleja muy bien nuestro estado: el Museo de Cera de Madrid. A medida que la corrupción avanza las figuras son desplazadas desde la exposición a un almacén dónde dicen son “guardadas” pero allí lo mas normal es que se fundan y acaben en cirios. El traslado de personajes se vive con la misma atención mediática que tuvo “El Guernica” cuando llegó a España, allí están agolpados todos los reporteros del higadillo para cubrir la noticia. La última en abandonar el paraíso de cera ha sido Isabel Pantoja pero antes que ella salieron Marichalar y otros secuaces.
El espectáculo de la defenestración de la estatua sigue teniendo mucho tirón, es lo mas parecido a la guillotina que se conoce pero sin llegar a esos extremos de canibalismo revolucionario. De esta contundencia se ha librado Julián Muñoz porque “Cachuli” nunca tuvo figura en el Museo y bien se la merecía por aguantar en vida al insufrible Jesús Gil. Muñoz es el paradigma de la mala suerte puesto que hay cerca de doscientas causas abiertas contra políticos y, de momento, el único que ha entrado en la cárcel es él. Pantoja dice que se arrepiente por la cara A y por la cara B se haber conocido a Julián Muñoz, lo que no se puede imaginar es lo que Muñoz se tiene que arrepentir de haber sido tan fan de la Pantoja. Ella quiso ser la imagen de Marbella y bien que lo consiguió: fue la escultura viviente y borde de un régimen corrupto que daba sus últimas bocanadas en fiestas malayas. Ella que siempre ha sido tan lista para lo suyo no fue capaz de darse cuenta de la que tenía alrededor, (“dientes, dientes que es lo que les fastidia”). Paradojas de juzgado: Julián Muñoz que iba de alcalde de la Costa del Sol tiene por delante varios calendarios en la sombra.
Hay quién asegura que si el Museo de Cera continúa con su campaña de retirar delincuentes se va a quedar en una sala del minimalismo español, y puede estar en lo cierto. Igual que Jardiel se preguntaba si alguna vez hubo once mil vírgenes nos podemos preguntar si en algún momento fuimos gobernados por tipos honestos. El Museo podría habilitar un “limbo” en el que los personajes esperasen la absolución o el albarán que les envía directamente al crematorio de los muñecos. En este momento hay muchas figuras a la espera de sentencia.
Otros se libran de la expulsión porque no hay manera de reconocerlos y se benefician de la máxima que dice que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Solo desde esa idea de esconderse detrás de una identidad engañosa se entiende que el Museo de Cera no está completamente vacío, y las cárceles mas llenas.

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