(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 3 de marzo 2013)
Nada hay que distraiga mas que la política reducida a culebrón donde hay buenos, malos, despechadas y es fácil tomar partido sin tener muchas luces. Es mas agradable opinar de Corinna que de Bárcenas o Urdangarin que va camino de transmutarse en pajarito con bufanda. Despejada la incógnita por parte de la vicepresidenta del Gobierno: Corinna nunca trabajó para el CNI, nos queda su pulsera.
El pueblo ha tomado partido, por eso aplaudió con fuerza a la reina que el viernes fue a visitar al Cristo de Medinaceli, una aparición calculada para recibir el calor de la calle que se le niega en los kioskos dónde Corinna juega a reina de corazones, modelo de alta portada, amiga entrañable, gestora empresarial, rubia a su pesar con residencia en Londres y despacho en Mónaco, (¿No es mas sencillo vivir dónde tienes el trabajo?, estos ricos hacen cosas extrañas que nadie entiende). El pueblo que en su mayoría desconoce a Lope sí que intuye que “eso es amor, quién lo probó lo sabe”. La entrañable amistad con Corinna se queda en confidencia de alcoba si descartamos que la princesa no ha sido espía ni de extra en las películas de James Bond. Con ese morro, (recauchutado), que se lo pisa solo puede presumir de poner palotes a los jeques que dicen que está como un AVE y por eso estampan la firma.
Despejadas las incógnitas entorno a la ¿princesa?, (parece que solo lo fue en razón a su matrimonio con príncipe alemán), nos queda una clave digna de novela de Umberto Eco: la pulsera. En realidad el “pulserón” que luce Corinna en portada de “Hola”; los que saben estiman un valor cercano a tres millones de euros. Corinna ha calculado muy bien que solo el “pulserón” tenga relevancia en la fotografía: sobre fondo oscuro posa vestida de luto, viuda de sí misma o tal vez a la espera de resucitar entre la carne. El “pulserón” debe ser de alguna joyería puntera y su rastro fácil de identificar por un experto: no todos los días se vende una pieza de casi tres millones de euros.
Esas pistas nos llevarían a Machado a través de Lope, no hay que perderse en la métrica porque los clásicos nos pueden ayudar a resolver este enigma vestido de negro. Antonio Machado nos dijo que solo el necio confunde valor y precio, por lo tanto la pulsera vale mas por lo que significa que por lo que cuesta. Y Lope definió el amor en un soneto con estrofa clarificadora: “beber veneno por licor suave”. De esa forma iríamos de una pista a otra, del “pulserón” al comprador, de la espía a la enamorada, de la reina a los aplausos en la calle y de ahí a un rey adolescente que pinta corazones de tiza.
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