Las buenas intenciones

( “ABC“/MADRID, jueves 7 de febrero 2013)

La Cañada Real no viene en las guías que se reparten a los turistas en Madrid, no se considera un lugar especialmente atractivo del que presumir de él y eso que no dista mucho de la Puerta del Sol. Intentos para solucionar ese vacío de Ley de la Cañada Real, (que es cañada porque por ahí transcurre la trashumancia), ha habido unos cuántos, ahora toca un protocolo de seguridad que ojalá se cumpla. Para tal fin se dio cita la autoridad trina madrileña: presidente de la Comunidad, delegada del Gobierno y alcaldesa.
Es la Cañada otro de esos asuntos no resueltos, que se enquistan y ya van para varias décadas. Lo que fueron unos huertos y unas casetas para dejar aperos de labranza se convirtieron en viviendas y luego en un barrio autónomo al que sólo le falta nombrar alcalde para gozar de una independencia plena. Cada actuación que se acomete se anuncia como la definitiva, la que viene a poner las cosas en su sitio y a sus habitantes dentro de la normativa municipal. Proyectos ha habido un ciento, tantos como ideas para ir a la Luna, y con esos proyectos se podría escribir la historia de los buenos propósitos madrileños que se quedaron en nada. No es por gafar este acuerdo de seguridad pero tiempo al tiempo y veremos en qué queda.
Por falta de voluntad para solucionar el problema no será, y mas ahora cuando la autoridad trina responde a un mismo color político pero mas bien parece que todo lo que se adentra en la Cañada Real es absorbido por un triángulo de las Bermudas en versión madrileña en el que se pierden las naves, las tripulaciones y los proyectos. De las actuaciones anteriores mejor no acordarse porque sería desolador comprobar en qué se quedaron, la de ahora es bien arriesgada, patrullar veinticuatro horas por sus calles, todo un brindis al sol. Pasan los tiempos, los gobiernos, las candidaturas olímpicas y las lluvias. Y, sin embargo, la Cañada Real continúa.

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