(“La Gaceta de Salamanca“, domingo 3 de febrero 2013)
Habrá quién disfrute con este paisaje de estercolero pero a la mayoría nos parece repugnante. Es asqueroso pensar que los corruptos propios son encantadores y que los ajenos son muy peligrosos, es demoledor resignarse a pensar que no tenemos arreglo y que la letra del tango “Cambalache” tenía razón. Miren: no, no todos somos iguales y no todos estamos dispuestos a ser cómplices de este atropello. Al poder político, sea del signo que sea, hay que hacerle llegar que no pueden añadir a la crisis económica un deterioro de la honradez. Es obvio que hasta llegar aquí nuestra historia ha pasado por muchas dificultades, por riñas, por peleas y por numerosos episodios de armas entre españoles. Y en paralelo se construía una nación basada en el esfuerzo de gente anónima y humilde que le daba valor de contrato a la palabra.
Ana Mato y Juan Guerra, Amy Martin o Camps no representan a los españoles pero hacen un daño letal a la imagen del país. Se trata de una maraña de emboscados que se ponen la zancadilla unos a otros hasta ser felices si uno acaba ciego pero ha dejado a su rival tuerto. Me niego a pensar que el país de una mayoría anónima y honrada se convierta en el parque temático del chorizo europeo. El peligro de contagio es terrible: los jóvenes pueden pensar que todo el sistema está corrompido desde los partidos a las grandes empresas pasando por pequeñas corporaciones municipales en las que trabajan concejales que sí creen en la política de proximidad.
Si juntamos todos estos casos mas el esperpento de Pantoja, Cachuli y Urdangarin, (un gañán que acabó siendo Grande de España por casamiento… “casa” y “miento”), da un aspecto de fin de ciclo y proyecta una sombra sobre la Unión Europea que nos va a costar décadas poder levantar. Y se hará, como es costumbre, sobre el esfuerzo de los ciudadanos que pagarán nuevos impuestos con la incertidumbre de si serán bien utilizados o acabarán en manos de un listo que trafica con las subvenciones.
La melancolía nos llevaría a recuperar la pintada de mayo del 68: “¡Que paren el mundo que me quiero bajar”, pero nadie va a detener esta noria que gira en parte gracias al entusiasmo de palmeros entregados a la causa dogmática de “los míos” y “los tuyos”. Quizá haya llegado el momento de decirles que no en mi nombre y que sin recuperar el honor y la palabra no hay forma de salir de este bache que es un boquete en la línea de flotación. Anda ya y que se peleen entre ellos con titulares llamativos, su discusión es aire vacío que no mueve molino. Sus problemas no son los nuestros, de eso no se han dado cuenta todavía; eso es lo peor.
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Etiquetas: Ana Mato, Bárcenas, Juan Guerra, Urdangarin