(“ABC“/MADRID, martes 22 de enero 2013)
Toda pirámide económica descansa sobre el lomo del sufrido consumidor y el ejemplo máximo son las nuevas tarifas del transporte público madrileño. Si un jeque tiene un mal día el usuario del metro y autobús lo paga, si el IPC se desboca también, si una eléctrica sube tarifas otro tanto, y de esa manera hasta completar un cúmulo de malas noticias que acaban directamente en su cartera así que no las pierdan de vista porque el incremento del precio se va a notar.
Estas son las subidas mas desagradables del año, cuando uno nota que el precio del transporte sube y ataca a una economía doméstica menguante en peligro de extinción. Cálculo actualizado y antipático dónde las haya porque toma al consumidor de sujeto pasivo, diríase que de rehén, y le cruje en la base de su economía. Nunca han sido recibidas las subidas en el precio del billete con los saltos del tuno de la pandereta y menos en tiempos de crisis. No deja de ser una medida tomada por gerentes y políticos que no utilizan el transporte público, lo cuál emponzoña mas el ambiente cargadito no precisamente por la contaminación. Si al menos los cargos públicos se dieran una vuelta por el metro no sólo cuándo inauguran un tramo se entendería que comparten el sentir pero es que este porcentaje no va contra sus bolsillos. Es decir que si usted va en coche oficial puede saltarse esta página porque nada de lo que se cuenta aquí le afecta.
Por parte del usuario queda poco por hacer, sólo conformarse y acatar la subida como realidad ineludible. Si al menos supiéramos la dirección del jeque le podríamos enviar una carta para que se apiadara de nosotros, ya sé que Madrid le queda muy lejos pero nos haría un honor si se pusiera en nuestro lugar. De seguir esta escalada veremos abonos de transporte en los escaparates de las joyerías, un auténtico despropósito sin duda al que esperemos no llegar, (o si).
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