Los entrañables

(OTR/EUROPA PRESS, miércoles 26 de diciembre, 2012)

Desengañémonos: no todo el mundo es Jack Lemmon en “El Apartamento”, no todo el mundo puede alcanzar la categoría de entrañable gracias al maquillaje televisivo. Se nota en los mensajes navideños que nos “cascan” presidentes autonómicos, alcaldes, y demás autoridades afectados por el virus del turrón. Sin duda que llevados por ese niño que llevamos dentro, (en realidad habría que llevarlo muy al fondo y mejor educado), los prebostes se sienten en la obligación de resultar tiernos, próximos, entrañables, de mofletes carnosos. El resultado no puede ser peor; algunas metáforas son de vergüenza ajena y el tono empleado roza en ocasiones los límites del ridículo. Ya se sabe que no hay nada mas absurdo que un adulto hablando con voz infantil a un niño pequeño, si el bebé pudiera hablar seguro que se preguntaba: “¿Qué dice este imbécil?”.
Uno pretende de sus dirigentes que sean eficaces y honrados en la medida de lo posible, sé que cuesta pero se puede lograr. Lo que no agrada es que una vez al año nos quieran sentar en su regazo para volcar sobre nosotros una moralina en la que no creen ni ellos. Y el ciudadano aguantando el chaparrón como el chiquillo de pantalón corto que ha ido a llevar la carta a los Reyes Magos y le ha tocado el paje plasta que pretende llevarle por el buen camino en una charla terapéutica que tiene mas peligro que un tragafuegos con hipo.
Esos discursos son una copia del tradicional mensaje navideño del Rey pero venidos a menos. Es curioso porque hasta furibundos antimonárquicos se han apuntado a la moda, la cuestión es luego enzarzarse en una guerra de pequeños “shares” que es el reflejo de la guerra de pantallas entre pequeños jefecillos de taifas. De nuevo la batalla de los ombligos que ya nos resulta tan conocida.
Para practicar bondad tienen el resto del año pero luego se les olvida, pasa el efecto turrón y se vuelven seres ariscos transportados en coches de cristales oscuros que se saltan los semáforos porque llevan escolta con sirena. Tienen el resto del calendario para resultar personas normales pero les pasa como a Gonzalo Moliner que si tienen que ir en turista van pero con pinzas en la nariz porque el pueblo les da urticaria. Pero por Navidad olvidan que nombraron al concejal de urbanismo y se creen los mas “guays” del universo, esconden el colmillo de oro para que no brille en pantalla, se ponen la corbata de tonos azules y seleccionan adjetivos en una cesta de términos cursis. Lo peor es el mensaje, lo mejor es que dura poco y es una vez al año. Aquí hay una tesis doctoral que puede ser muy divertida analizados esos mensajes con distancia y escepticismo.

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