(“COLPISA/VOCENTO“, especial elecciones gallegas y vascas, domingo 21 de octubre 2012)
En Galicia van a tener de presidente al primer candidato que lucha contra la crisis y no se lo lleva la corriente, por lo tanto doble mérito de Feijóo sobre el que se posaban todas las miradas porque en caso de haber fracasado hubiera salpicado de “chapapote electoral” a Rajoy. Feijóo es el hombre fuerte del PP en este momento y de los pocos que pueden mirar a Rajoy a los ojos porque ha logrado una victoria en las peores circunstancias económicas que se conocen, Basagoiti no pudo o no supo, por lo tanto su valor político ha subido varios enteros.
En el País Vasco lo esperado, el PNV, más la irrupción de Bildu que provoca un escenario nuevo y promete otro frente abierto con Madrid. Habrá que ver cómo gestiona la victoria el PNV y sí va a acercarse a Bildu sin complejos, a esos que antes de recoger el acta ya advierten que se opondrán a todo lo que venga de Madrid.
De los ganadores siempre se escribe y no faltarán elogios pero lo preocupante de estas elecciones gallegas y vascas es la debacle socialista que no se queda en los cabezas de cartel, es todo un torpedo en la línea de flotación de la política de Pérez Rubalcaba que ilusiona menos que un strip-tease de los Teletubbies. A primeras horas de la noche y a falta de los resultados definitivos una ex ministra, Maria Antonia Trujillo, pedía la dimisión de Rubalcaba por Twitter. Quizá no sea el medio y tendría que haber esperado a la ejecutiva del lunes pero si hubiera sido por Trujillo le regalaba una de sus famosas zapatillas “kellyfinder” para que saliera de Ferraz a buen ritmo. Estas elecciones ponen en duda que el PSOE sea la fuerza hegemónica de la oposición y cuestionan un modelo político castigado desde que Zapatero decidió convocar elecciones hace casi un año. Lo peor es ni darse cuenta, Óscar López decía que había que mirar la abstención, debió ser un error porque lo que tienen que hacerse mirar es la falta de entusiasmo. Hay suelos que parecen no tener fin y el PSOE sigue cavando sus cimientos.
Por lo tanto el saltonauta era Rubalcaba pero esta ocasión no logró abrir el paracaídas y de ahí un aterrizaje forzoso con Patxi López en la espalda. El traje espacial no hace milagros cuándo la fuerza de la gravedad aprieta. Hay finales que parecen no acabar nunca, a esas lentas agonías me refiero.
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