Fiesta interruptus

(“ABC/MADRID“, lunes 15 de octubre 2012)

Las celebraciones patronales como factor de riesgo o cómo pasar de tener la fiesta en paz a seguir la fiesta en La Paz entrando por urgencias para recibir unos puntos. Es evidente que algunos tienen mal beber y peor sentido del civismo; lo que ha pasado en el Barrio de El Pilar tiene su origen en aquellas fiestas de Pozuelo que inauguraron la moda de la “pijoborroka”, desde entonces la policía ha estado encima de los grupos violentos que se apropian de la calle. La prueba es que en la madrugada del sábado cincuenta agentes estaban distribuidos por la zona y una pareja de paisano fue la que padeció las iras de los impresentables.
Como primera providencia se agradecería que se les cobrara aquello que han destrozado para que no se ponga de moda que arrasar Madrid es gratis, y que dejar a otros ciudadanos sin marquesinas del autobús y sin contenedores tiene sus consecuencias porque un barrio no es un campo de batalla ni una zona excluida de la Ley. Y, por supuesto, que los padres de los dos menores se hicieran cargo de la correspondiente factura ya que han sido incapaces de hacerse cargo de su educación.
Mal asunto que los vecinos se despierten de madrugada oliendo a quemado y con el ruido de las sirenas. No falta policía, lo que sobra es mala educación y violencia. La excusa son unas fiestas pero ese personal cerril y violento han salido de las cloacas y no están dispuestos a volver. No mientras disfrutan de cómo son protagonistas de la crónica negra y se ven en los papeles citados por sus actos. Pues eso, que paguen hasta el último destrozo porque sólo les faltaría a los vecinos tener que costear la fiesta de estos gañanes sin fronteras.

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