(COLPISA/VOCENTO, ediciones digitales, lunes 17 de septiembre 2012)
La emotiva rueda de prensa, la última que ha dado Esperanza Aguirre nos hace leer entre líneas que algo hay en su adiós que no ha querido contar quizá por fidelidad a su partido con el que tantos roces ha tenido últimamente y del que tantas muestras de incomprensión ha recibido, todas juntas acumuladas forman un manual de ausencia de cariño. Era Groucho Marx el que decía “estos son mis principios pero si no le gustan tengo otros”, y Aguirre no ha sido “marxista” nunca, ni de Groucho como le gustaba decir a Cabrera Infante de sí mismo. Aguirre como los buenos castizos es de las que dice: si me buscan me encuentran, y así parece que ha ocurrido. Los roces en materia de impuestos y sobre todo en el caso Bolinaga le ha hecho caer en aquello de Ortega: “todo esfuerzo inútil conduce a la melancolía”. En los últimos días se ha hartado de explicar que el IVA del metro lo subía por exigencias del Gobierno central, y no ha dudado en plantarle cara a Montoro como hizo al gobierno de Zapatero a cuenta del dinero público que correspondía a Madrid. Si alguien pensaba que iba a bajar el diapasón lo tenía claro.
Si su salida se debiera a motivos personales entonces no estaríamos legitimados decir nada mas que desearle suerte, reconocer sus méritos y también admirar que haya sido capaz de admitir su principal defecto: “yo no sé guardar un secreto” decía en el último debate sobre el Estado de la Región. Precisamente ahí, la semana pasada, vimos a una Aguirre combativa que nada hacía presagiar que se fuera a retirar de la primera línea política. Este detalle sí que tiene importancia puesto que anuncia que seguirá en la política pero pasa a un discreto puesto de militante de base. ¿Alguien puede creer que el PP no cuente con Aguirre nada mas que para pagar la cuota y llenar mítines sin subir al estrado?
Aguirre se queda sin esperanza, descorazonada y sola, y da la impresión de que harta y aburrida de aquello que ve. Ni siquiera su planteamiento de revisión del estado autonómico ha calado en el PP. Su sinceridad, esa que le ha jugado tantas malas pasadas, nos dirá pronto las razones de su adiós. Trasparente ha sido toda su vida.
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