(“La Gaceta de Salamanca“, 8 de julio 2012)
El ya famoso bosón del que todo el mundo habla es la puerta de Dios, detrás de ese descubrimiento podemos localizar el inicio del proceso de creación, otra cosa es que Dios esté por la labor de ceder la patente a cualquiera. El secreto de la partícula se guarda en la misma caja fuerte que la fórmula de la Coca-Cola, de momento nos permiten seguir disfrutando de “la chispa de la vida” sin necesidad de identificar en la boca todos sus ingredientes. Es aquello de come y calla pero en versión respira y disfruta mientras puedas porque nada te va a hacer tan feliz como saber que estás vivo.
Para encontrar el bosón han tenido que poner en marcha ese galgódromo subterráneo al que llaman acelerador de partículas y dónde es fácil imaginar el ruido que harán los protones al tomar la curva rápida con los neumáticos de suelo seco. En España nuestro acelerador lo tenemos en la catedral de Santiago dónde los códices centenarios se escapan por la puerta oscura que conecta a la Historia con el trastero de un electricista de mano larga. Como se trata de un misterio y ha sido resuelto bien podríamos decir que es el “códice de Higgs” y presenta tantas dudas como el bosón. Al parecer el ladrón confeso llevaba una década de raterillo de sacristía, cuándo no trincaba el cepillo se hacía con alguna joya suelta, lo cuál nos lleva a preguntarnos en manos de quién está el patrimonio cultural de la Iglesia española. El remate del absurdo es que el deán haya reconocido el códice por las anotaciones que había colocado en él. Un deán hace graffitis en un libro centenario y nos parece bien, nada que objetar, y se lo entrega el presidente del Gobierno para que siga con sus anotaciones al margen. Pues menos mal que no le dio por pintar con un spray el botafumeiro. Y si el electricista ha conseguido culminar pequeños hurtos durante dos lustros en una catedral es para echarse a temblar si pensamos lo que puede suceder en iglesias más pequeñas pero con un rico patrimonio cultural. El milagro no es tanto que haya aparecido el códice si no que no lo hubiera destrozado antes el deán con un bolígrafo multicolor.
La Justicia verá lo que hace con el autor del robo del códice pero debería estimarse el agravante de trastero, una obra de esa calidad no se deja abandonada dentro de una bolsa de plástico. Hasta para robar hay que tener clase, Erik el Belga fue el ladrón de arte más famoso del siglo XX y hoy podría pasar por un profesor en una elegante escuela de negocios. Erik coge un power point y da una clase teórica de marketing del robo sacro.
En cambio este electricista no llega ni a categoría de El Dioni, ni siquiera se fugó con el códice a Brasil. Nos ha salido un membrillo del montón.
Compartir:
Etiquetas: Bosón, Códice Calixtino, Higss