El honor y los bancos

(“VOCENTO/ COLPISA“, 12 de junio, 2012)

Un día Emilio Botín salió a pasear vestido de rojo por las aceras de Copacabana, allá en Río de Janeiro, y a la vuelta se encontró con el rey en el hall del hotel. Sabemos cómo iba vestido porque se topó con la real comitiva y sabemos que en aquel paseo calculó el dinero que le hacía falta al sistema financiero español: cuarenta mil millones de euros, dijo. Nos pareció una locura porque veníamos de sanear Bankia en una subasta indecente que se fue hasta los veinte mil millones. La locura finalmente se consumó este sábado con un crédito de cien mil millones de euros que tendremos que devolver porque ya dice el refrán que aquí nadie da duros a peseta, (refrán que consiguió superar el tránsito a la moneda única).
Mientras nos ponemos de acuerdo en cuál va a ser el interés y de qué manera vamos a reintegrarlo, mientras esperamos que caiga el maná en forma de créditos que reactiven el consumo, lo importante es saber cómo y por culpa de quienes hemos llegado hasta aquí. En Europa cifran de manera clara: el treinta por ciento de la banca española debería estar en segunda división, ¡y eso que hemos presumido de tener los mejores bancos de Eurasia! Estamos en este punto por una mala gestión de banqueros amparados por un consejo de administración en el que suelen sentarse políticos que van allí a hacer caja y cobrar dietas. Zapatero pagó las consecuencias de negar la crisis y los recortes que hizo a regañadientes porque se los impusieron desde Berlín, Rajoy está inmerso en el juego de la sinonimia que lleva a no citar la palabra rescate porque prefiere hablar de ayuda en condiciones favorables. Tanto Zapatero, como Rajoy, y sus ministros de economía, responden a las encuestas de las urnas y están sujetos al control parlamentario. Saben que una mala acción les puede costar el gobierno, pero mientras los políticos dan la cara una legión de banqueros se esconde debajo de la alfombra esperando a que lleguen tiempos mejores.
Es verdad que en los años de la burbuja a nadie le ponían una pistola en el pecho para que se contratara una hipoteca pero bueno sería recordar los planes agresivos que tenía la banca para captar clientes. Esos mismos que regalaban vajillas, coches y televisores, son los que han provocado el agujero negro de la economía española. En el siglo de Oro les hubieran retado a un duelo a espada pero es evidente que cuándo falta el honor escasean también los caballeros. Ya dijo el almirante Méndez Núñez que mejor honra sin Marina que Marina sin honra. A nuestros bancos les falta liquidez pero a los banqueros les falta honra para admitir que gestionaron mal durante las vacas gordas y que han tenido que acudir a la ayuda estatal para mantener su negocio.

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