Octubre llegará

(“La Gaceta de Salamanca“, 22 de abril. 2012)

Si hay un político que sepa vender bien el paño es José Bono al que siempre le ha gustado una misa, un obispo, un general de División o unos vecinos a los que estrechar la mano llegado el caso. Dios los cría y luego ellos casan a sus hijos juntos, de tal manera que sería difícil saber en una charla de post-cena quién tiene el ego más largo: si Raphael o Bono.
En octubre llegará la primera parte de las memorias del ex presidente del Congreso y para ser autor primerizo están bien pagadas; ahora lo que espera su editor es que esté a la altura de los ochocientos mil euros que le han pagado para que anime el bolígrafo y suelte la mano. Esa cantidad no la aflojan ni en el Premio Planeta por lo tanto nos podemos hacer una idea de cómo Lara aguarda serias esperanzas de convertir las memorias en la primera entrega de “José Potter”. Elementos para llegar a best-seller no le faltan porque mezcla poder, peloteo al rey, se supone que algo de corazón y esa capacidad que ha tenido Bono por estar siempre en el centro de la noticia. En los últimos treinta años de la democracia española será difícil encontrar una sola foto sin que aparezca el manchego, (hasta tiene una junto a Tejero aquella tarde de infausto recuerdo).
Habrá que esperar a su lectura para saber con quienes ajusta cuentas porque unas memorias no son fetenes si no escuecen. Entre los dieciocho mil folios que dice atesora de su diario personal, ¡ya son folios!, se supone que también habrá alguna cuenta pendiente por resolver dentro de su partido, quizá con aquellos que le negaron los votos a última hora y le impidieron ser secretario general para apoyar a Zapatero. Bono se convirtió al final de la pasada legislatura en el hermano mayor de Zapatero, era el que le escuchaba las penas y el que supo que se marchaba antes de tiempo. A estas alturas ya sabe que le han caído más palos de los propios que de los ajenos con los que ya se encargó de mantener buenas relaciones. El riesgo es que quiera nadar y guardar la memoria, entonces sería un vano ejercicio de egocentrismo literario. O cuenta cómo es el poder por dentro o nadie creerá que le brotó el flequillo gracias a las oraciones de las Clarisas. Por supuesto sin olvidar el capítulo de su separación porque su biografía también tiene un tono rosa que él ha sabido potenciar con todo lujo de detalle.
Para ser sinceros nadie como él para deshuesar cómo fue la época del “zapaterato” que se puede resumir en “de Irak a Rodiezmo”, (en ambos sitios Zapatero se retiró no sin problemas). Y no es lo mismo que lo cuente Bono a tener que esperar las memorias de Bibiana Aido que deben tener menos interés que el manual de instrucciones de una cometa.

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