(“COLPISA/VOCENTO“, 17 de abril. 2012)
El Gobierno no cuenta con un Ronaldo, pero la oposición del PSOE tampoco puede presumir de tener un Messi en sus filas. Y el problema es que aquí no nos jugamos los puestos de cabeza, (ya no está Zapatero que presumía de estar en la Champion), lo que está en juego es el descenso de categoría y la intervención del club como le pasó al Atlético de Madrid en época del “césar” Jesús Gil, y quién sabe si también nos van a sacar que tenemos aluminosis en los cimientos del Banco de España como en su día los tuvo el Vicente Calderón.
Es verdad que antes, cuándo todos éramos entrenadores de fútbol pero sin equipo las conversaciones tenían más gracia. Ahora que todos somos economistas pero sin cátedra la situación se ha vuelto más amarga. Nadie sabe hacia dónde nos dirigimos pero todos estamos en situación de dar nuestra opinión aunque no interese, y por supuesto a no escuchar la del contrario porque hasta ahí podíamos llegar. A este clima de incertidumbre ayuda el despiste generalizado de los ministros de los que nunca sabes si hablan a título individual, si hacen una reflexión en alto o si están probando la voz delante de un micrófono. Lo que hoy es un no rotundo mañana puede ser un IVA que aumenta o nuevos recortes en Sanidad o en Educación. Ese natural desgaste se refleja en las encuestas y en esa necesidad por comunicar aunque sea mal y a trompicones. A veces te preguntas si los ministros son personajes de Pirandello que buscan autor, un buen guión que les redima de un mal momento de crisis.
Por si pudiera ayudar y alguien quisiera poner las claves en su GPS, Mariano Rajoy afirma que estamos “en el kilómetro 0 de las reformas”. Bien, es un dato, a partir de ahí tenemos que saber qué rumbo tomamos, ¿hacia qué punto cardinal debemos dirigir nuestros confundidos pasos? Avanzar por el camino equivocado es retroceder varios metros. A Rajoy le animan algunos empresarios a seguir con los recortes pero eso tampoco debe ser nada definitivo porque esos mismos empresarios cuándo se reunían con Zapatero le daban palmaditas en la espalda.
Mientras la oposición cómoda de Rubalcaba le lleva a convertirse en clon de José Mota: “no digo ná pero lo digo tó”. Y así pueden pasar otros cien años sin que el PSOE represente una amenaza para la hegemonía del PP. Rubalcaba tampoco está dispuesto a llegar a pactos con el Gobierno cuándo la calle demanda una cierta generosidad y mayor altura de miras. Este partido lo jugamos todos hasta los que no nos gusta nada el fútbol y se ve poca emoción en el campo, hay más tensión en la grada que sufre recortes y subida de impuestos. En el campo hay un pasotismo de equipo que sale a empatar. Es decir, nos pueden meter siete antes del descanso.
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