(“Las Provincias“, 10 de abril. 2012)
En tiempo de crisis cualquier situación puede ser tomada como una insolencia: ser feliz es insolente y además molesta por si fuera contagioso. El ánimo positivo es un estado que se trabaja según el siquiatra Rojas Marcos que participa en el Congreso de la Felicidad que cada año organiza Coca-cola, que para eso presume de ser la chispa de la vida. Dicen que uno aprende a ser feliz cuándo acepta sus defectos y tiene voluntad de superarlos, en buena parte de España se quema un muñeco cuándo acaba la semana santa al que llaman “el judas”; se pretende que el fuego purifique nuestros males. Por lo tanto estamos en buena época para depurar desencantos, al menos con la excusa de la primavera que suelta mariposas dónde antes hubo sombras.
Contra la felicidad tenemos cada día mil argumentos, De Guindos asegura que este año va a ser difícil, (la cuestión sería preguntarle al ministro: “¿más difícil todavía?”), en el horizonte laboral no hay más que paro hasta el 2013 donde nos cuentan que creceremos pero tampoco sabemos cuánto ni siquiera si será suficiente. Y ese sonido de tijeras que hacen arabescos en el aire no son artilugios para podar jardines, están listas para los nuevos recortes que se avecinan y el primero de ellos llegará por parte de la Sanidad. Otro dato más para la melancolía: a partir de hoy martes se puede solicitar el borrador de la renta. Y ahora que venga Rojas Marcos con un mensaje de burbujas para subir la moral y contagiar la alegría, difícil lo tiene ciertamente.
La paradoja de esta crisis que empezó siendo de mercados y ya lo es de todo, (moral también), es que la película que más éxito está teniendo en las taquillas sea “Titanic” en 3D. Es curioso que en época de dificultad en lugar de reponer “Una noche en la ópera” de los Hermanos Marx, nos entreguemos a la tragedia náutica narrada con todo detalle tanto como si nos introdujeran los zapatos en una palangana helada. El colmo es que un crucero ha partido del puerto inglés de Southampton con la intención de hacer la misma ruta que el “Titanic”, y tienen la idea de parar motores en el mismo punto dónde se hundió, a la misma hora y después de haber cenado idéntico menú. Y gratis nada, han pagado fortunas por ir en ese viaje que tiene intención de llegar a Nueva York como también lo intentó el famoso barco hundido en aguas del norte.
Por lo tanto puede que la felicidad de para un congreso pero lo que llena cruceros, cines y tertulias es la desgracia. Todavía no hemos alcanzado la felicidad en tres dimensiones, se nos da fatal intentarlo, le tenemos miedo. Preferimos disfrutar con la tragedia ajena que reduce en parte la nuestra. Rojas Marcos tiene material para estudiar con calma, mucha calma.
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Etiquetas: Coca-Cola, Congreso de la Felicidad, Titanic