(Publicado en “La Gaceta de Salamanca”, el domingo 8 de enero, 2012)
Desde que Punset anuncia rebanadas de pan tiernas y Fidel Castro pregona el fin del mundo, (pero sin darse él por aludido puesto que espera superar tan nimia circunstancia), nada es lo que parece. Y entre esos desengaños están los de la pantalla grande que nos ofrece escenas auténticas que tienen poco que ver con la verdad. Eso sí, el cine sigue siendo el bello arte de mentir veinticuatro veces por segundo, (Goddard sostenía lo contrario pero hay que tener en cuenta que era director y uno nunca reconoce que trabaja para el mal salvo que le interrogue la Gestapo en un sótano mugriento). En el cine se miente pero con un estilo que dan ganas de dejarse engañar toda la vida, a fin de cuentas el amor no se diferencia mucho porque también tiene sus mentiras consentidas.
Penélope Cruz desvela que cuándo tenía 18 años las escenas de sexo en “Jamón, Jamón” le provocaron no pocos traumas. No hace falta ser actriz, o actor, las consultas de los sexólogos están llenas de personas que tienen traumas con “lo suyo”, pero sólo una de ellas llegó a alcanzar un Óscar y se casó con el protagonista de la película y esa es la chica de Alcobendas. Es aquello que decía Oscar Wilde que la mejor manera de vencer una tentación es dejarse caer en ella.
Al menos Penélope Cruz ha sabido verbalizar su trauma y de paso se ha liberado de él, ni todo el mundo sabe ni todo el mundo puede. El sexo mal entendido le sirvió a Freud de base para publicar profundos tratados de actividad clínica-sexual; y aún hoy, (alejados de la sociedad del XIX), el test de Roscharchd lleva a muchos a ver figuras “copulantes” dónde tendrían que aparecer ramas de sauce llorón. Uno nunca sabe por dónde afloran esas calamidades eróticas, si acaso son producto de un destete temprano o que en la guardería sólo mimaban a los bebés rubios. Pero sin duda que deben ser los efectos secundarios del “sexo mandamiento” tomado como un malestar general del que se desprende un sentimiento de culpa y otro de pecado ominoso. Otros que no son Penélope y que no distinguen vivencias del guión lo pasan muy mal.
Por cada vida sexual echada a perder se fabrican cien póster de chicas californianas para colocar en la pared. Dicen que el primer síntoma de la soledad sexual lo nota el hombre en sus pulmones, (cuándo se cansa de soplar para que la muñeca tome forma). Por eso son tan llamativas las declaraciones de Penélope Cruz, porque son valientes y ha hecho reflexionar a más de uno. Las calles están llenas de gimnasios para fortalecer los músculos pero andan vacías de espacios para estirar las emociones y así tan arrugaditos, tan poca cosa, no vamos a ninguna parte.
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