Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Estas cosas pasan cuando hace mucho calor, prueba de ello es que el secuestrador salió del bar «Tomás» sin camiseta y con el desorden propio de quién es reducido por la Policía. Un habitual de las barras, uno de esos que hacen vida en los bares como si fueran familia de la máquina del café, me dijo el sábado: «muy chunga debe estar la crisis para que atraquen un bar de Vallecas». Es verdad, en el barrio con el caso de la estanquera tuvieron bastante y aún se recuerda con el espanto de lo sucedido. Vale que el secuestrador quisiera llamar la atención pero no se roba a los vecinos, al menos hay que tener la decencia de buscarse un plan. Claro que para eso tendría que haber ideado una estrategia y el tipo iba en chanclas, con esa pinta y una pistola de fogueo no se puede llegar muy lejos.
El atracador a pesar de no estar en sus cabales, (por eso no llevaba camiseta), dejó pagado el último botellín porque lo secuestrador no quita lo elegante. En el 23-F los guardias de Tejero dejaron un pufo en la cafetería del Congreso que forma parte de la llamada «deuda histórica», nadie se hizo responsable. En cambio, el tipo de las chanclas tuvo un último gesto dejando unos céntimos sobre el plato de plástico marrón que ponen en todos los bares.
La cosa acabó bien porque el dueño aguantó el tipo con un chichón en la cabeza, y porque la luna no estaba del todo llena, y porque aquel alocado sujeto no se había puesto la camiseta de los finales trágicos. Y así, a pecho descubierto, la policía le echó el guante y se acabó la tragedia en un pequeño bar de Vallecas, no pasó a mayores porque fue una de fogueo, aunque las armas las carga el diablo y las dispara el hambre. Los vecinos se preguntan cómo era aquel tipo vestido, algo que por supuesto no modifica el delito, sólo lo «encubre».
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