Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Se entiende que la Fiscalía Anticorrupción al ver la foto en la que dos operarios portaban una enorme caja metálica con las actas de la Junta de Andalucía camino del juzgado, haya tenido piedad de la jueza que instruye el caso y ha querido aliviar la carga. Por eso considera un exceso la documentación solicitada por la instructora del caso. Seguro que la Fiscalía no entra en la cuestión de fondo si no que se atiene a los informes del fisioterapeuta que ha tratado esas espaldas dobladas por el esfuerzo. En otro caso podríamos pensar que acude en auxilio del sitiado Griñán pero no, caeríamos en un pecado de maledicencia no penado por la Ley pero sí mal visto entre los beneficiados por los eres a granel y por aquellos que ponen todas las trabas posibles para dar la información que tienen.
A juzgar por el gesto de los operarios en el interior del habitáculo debía haber un extraordinario peso, (hasta cabría una persona bajita con un bolígrafo tachando aquello que no conviene, Houdini lograba escaparse encadenado en el interior de cajas transparentes situadas delante del público). La Fiscalía lo que quiere, sin duda, es ayudar también a Mercedes Ayala para que no gaste las lentillas en leer las apasionantes actas que pasarán a formar parte de la colección de la literatura andaluza del siglo XXI. No descartemos que la última cofradía en desfilar por las calles de Sevilla esta semana santa sea la de los Rescatados por Jiménez Villarejo, acompañados por la banda de tambores y cornetas El Escarnio, esos mismos que han amenizado las juntas de Gobierno en las que se repartían prebendas y canonjías a tutiplén.
Ese armario por el que se interesa la Fiscalía Anticorrupción es la puerta de entrada de un agujero negro, uno de esos espacios que no tienen retorno porque la corrupción ni se crea ni se destruye, sólo se transforma.
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