Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Gadafi, el Lady Gaga de África, es un friki como tantos pero con la diferencia de que domina el petróleo. Contra él se ha levantado una aparente alianza internacional que cuenta con el respaldo de Naciones Unidas pero en la que no está Alemania porque la señora Merkel no quiere la guerra que busca monsieur Sarkozy. Tampoco es que la comunidad internacional se haya empleado a fondo, le han dado cinco semanas de ventaja para que aniquilara a los rebeldes y aumentara el ejército de mercenarios contratados en el entorno del Sahara. La OTAN es un paquidermo que presenta residuales dosis de vida apenas perceptibles cuando se trata de la defensa de los derechos humanos.
Gadafi es un dirigente rico y hasta la fecha muy bien relacionado, no falta en su álbum dirigente internacional conocido que no acudiera a la jaima para hacerle la pelota, (entre ellos Zapatero que ha cambiado el concepto de alianza de civilizaciones por cuatro aviones F-18 enviados a bases en Italia). Ban Ki Moon sugirió que los responsables de los ataques a la población civil fueran sometidos a la justicia, pero Gadafi no creo que se encuentre entre ellos porque su defensa en el tribunal llamaría a testificar a todos los que están en la agenda de su móvil y ninguno de ellos baja de categoría de líder político o empresario poderoso. La diplomacia del petróleo tiene estas contradicciones que nos llevan a abrazar a jeques tiranos en función de unos barriles de petróleo.
Gadafi es un problema suelto y también sometido a la zona de exclusión aérea, mientras le quede un paraguas seguirá apareciendo en televisión para dar la murga con sus consignas. Una solución seria enviarlo a la isla de los famosos para que compitiera con Ben Alí, Mubarack y Paquirrín que es el chico de moda en la gran pantalla. No va a ser fácil esta misión que tiene por objeto acabar con un tirano pero salvaguardar su régimen para que podamos seguir extrayendo crudo sin que se note mucho la diferencia. Ni Hilary Clinton lo tiene claro, sospecho que está más del lado de la Merkel que de Sarkozy al que le hace falta una buena causa para aumentar una popularidad anoréxica. Y en medio Zapatero que afronta la recta final de su mandato sin tener claro si volverá a ser el candidato de su partido pero que no duda al repetir una foto bélica como las que criticaba a Aznar. En este intercambio de disparos el pueblo libio permanece ajeno, rehén de su historia, cautivos entre su líder, las fuerzas aliadas y una guerra civil de la que no se ocupará nunca la ONU.
Para desactivar la catástrofe hace falta coger al hijo de Gadafi, a ese chulángano de discoteca que tiene las claves de un conflicto made in Libia.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion