Aquí no hay quién viva

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

No hay teatro de guiñol que les supere. Si se contempla las tensas relaciones de convivencia entre los llamados líderes internacionales se verán grandes semejanzas con la serie en la que Avelino se pelea con la parienta. Cámbiese a la señora de los rizos siempre malhumorada por cualquiera de los presentes en la escena internacional y dará como resultado una comedia de enredo muy divertida que se podría llamar “escenas de matrimonio… de conveniencia”.
El ataque a Libia no ha podido ser más dañino para la imagen de acción unida de la OTAN y de las tropas de Estados Unidos. En cuatro días se han lanzado un ciento de misiles y se ha resquebrajado la unidad de acción. Es ahora cuándo se entiende por qué se tardaron cinco semanas en tomar una decisión, porque unos y otros no se soportan y porque en el fondo contra Gadafi vivíamos mejor. Un sátrapa que tiene pozos de petróleo e inversiones en países europeos es alguien a tener en cuenta, no se trata de un abducido por Alá que clama voces en el desierto. Gadafi es parte de la llamada diplomacia del petróleo, demasiado rico como para no tenerle en cuenta.
Da la impresión de que Sarkozy se ha lanzado a la piscina del Elíseo pero sin agua, y con él los que le han apoyado entre ellos nuestro entusiasta presidente que en la acción militar contra Libia ha encontrado una causa suprema. Es de esperar que en los próximos meses Zapatero se dedique a liberar el mundo de cuántos sátrapas lo gobiernan y cuando acabe esa ímproba tarea que haga lo propio con el paro en España. Otros se han echado a la vera del camino, caso de Berlusconi al que este conflicto le viene bien para desviar la atención de sus “velinas”. Cameron ha encontrado su causa perdida. Merkel su momento para pensar en clave electoral. Obama admite que ha entrado en un jardín… y nuestro líder muestra el firme convencimiento de quién se tiene por zorro del desierto. Todo bajo la atenta mirada de Putin quién a través del antiguo, pero nunca desmantelado KGB, controla el norte de África mucho más de lo que puedan hacer los agentes de la CIA que se enteran poco.
Esta guerra que excede al mandato de la ONU en el que no se decía nada de bombardear Trípoli, demuestra la floja red que mantiene las relaciones internacionales que cada día son más parecidas a la historia de una escalera que a las enseñanzas de Metternich. Se hablan a gritos y se entienden a gestos, y son incapaces de mantener un objetivo militar durante cuatro días sin que se les descomponga la coalición.
Gadafi espera con su túnica y el paraguas a que acabe este temporal de desavenencias. “Ya escampará”, ha dicho.

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