Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Algunos comportamientos no cambian ni aunque estén sometidos a la radiación nuclear, entre ellos la pose altiva y distante que adquiere el cargo público una vez se ve dentro de la engrasada maquinaria del momio. De ahí que se conviertan en sujetos pasivos de la realidad que ejerce sobre ellos una presión indirecta que les lleva a pensar que la dimisión es como la muerte: una cosa que siempre les pasa a los demás. Casos como el del Ministro de Defensa alemán que dimitió tras haber admitido que copió la tesis doctoral son estudiados como fenómenos parapsicológicos en el entorno de la política europea. Lo normal es aguantar el tipo mientras el jefe te guarde las espaldas.
La distancia que hay entre Karl-Theodor zu Guttenberg, (Ministro de Defensa de Alemania), y Joana Ortega, (actual vicepresidenta de la Generalitat de Cataluña), es abismal. Joana Ortega ha tenido que reconocer que no es licenciada en Sicología puesto que le faltan “asignatura y media”, pero de momento no hay colegio de sicólogos a falta de asignatura y media. Y achaca la señora Ortega este engorroso asunto a un fallo de “transcripción” como si fuera culpa de un troyano del programa Windows. Tampoco nos tenemos que remontar muy atrás para leer la metedura de pata del todavía consejero de Transportes de la Comunidad de Madrid que negó la existencia del metrobús como si fuera una provocación demoníaca. Y, en lugar de asumir el marrón, pedir disculpas y fijarse en Guttenberg, lo que hizo el señor Echeverría es decir que su cargo depende de la presidenta, (claro, eso ya lo sabíamos). Pero de coger el metrobús para salir del gobierno regional ni hablamos.
Lo de Guttenberg no deja de ser una actitud aislada y, por lo que vemos, no ha contagiado a nadie más. Aquellos que hacen trampas en su vida política pueden seguir tranquilos, aquí no ha pasado nada.
Compartir: