Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Lo que ha hecho Zapatero al nombrar “juez de silla” de Moncloa a Pérez Rubalcaba, (conocido por Fredy McEnroe en el circuito del Grand Slam), es dejar claro que hay partido y voluntad de jugarlo hasta el último set. El presidente podía haber seguido con De la Vega que era de muñeca más fina, al estilo de Björn Borg, pero ha preferido a un veterano que pelea rozando el límite de la legalidad y al que no le afectan las broncas de las encuestas porque él va a lo suyo aunque el estadio ruja en contra. Moratinos se habría dado la vuelta llorando a la salida del túnel de vestuarios, tal y como tiene por costumbre cuando se presenta una gran ocasión.
No olvidemos que se trata de un virtuoso de la política que puede agarrar de la pechera al jugador contrario sin que a él se le afloje el nudo de la corbata, estamos ante el resultado genético de mezclar el desdén palaciego de la emperatriz Eugenia de Montijo con la astucia de un chico de barrio. Rubalcaba, el primero de los Guerreros de Xian del zapaterismo, conoce el puesto para el que le han fichado, por eso habla de subir a la red y remontar el resultado adverso como quién desplaza una roca. Aznar tuvo a Fredy Cascos pero luego el PP se creyó el cuento de que se había acabado la guerra de las estrellas y se desarmó de manera unilateral porque Arriola les vendió un cuento zen, (sin fin), lleno de hermosos prados.
Fredy McEnroe es caso único: juez de silla, y jugador de campo porque yo lo valgo. Tiene el atractivo de un ex campeón que se las sabe todas y a la vez puede gozar de la perspectiva privilegiada que le otorga estar varios peldaños elevado sobre la pista y mandar parar el encuentro cuando las circunstancias sean desfavorables. Además, controla las cámaras policiales y dónde no llega la intuición hay siempre un video grabado por el “ojo de águila”. Nada hay por encima de él; ahora sabemos que Zapatero ha aceptado aplaudir con entusiasmo pero desde la grada.
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