Distancias oficiales

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

Decía Einstein que sólo hay dos cosas que no tienen límite: el universo y la estupidez del ser humano. Añadamos una tercera categoría: el iracundo de desfile. El Gobierno se los ha encontrado a todos de golpe en La Castellana, pero no quiere decir que ignoraran su existencia. Rubalcaba los reduce al mínimo común denominador de «extrema derecha», y Carmen Chacón quiere poner vallas más altas y más alejadas, como las de Melilla.
Zapatero, en labores de jardinería privada en los parterres de Moncloa viene cultivando iracundos desde hace años. Tiene iracundos cercanos como Barreda, iracundos más lejanos como Montilla, iracundos sueltos como Alfonso Guerra, y luego una amplia colección de parados, jubilados y pensionistas que algún motivo tienen para quejarse. Como los ha cultivado a ratos sueltos no ha sido consciente de que hayan brotado a la vez como personajes de «Amanece que no es poco». Y esos iracundos le persiguen en versión polifónica del cobrador del frac.
Desde luego que la solución que propone Chacón es la más práctica: alejada la tentación se evita el peligro, pero los cabreados acudirán a la vuvuzela, o a artilugios sonoros de mayor contundencia. La pregunta es sí quieren acercarse, (ellos), al pueblo o sí por el contrario les gusta más la gente pintada al fresco puesto que no se conoce bronca entre cuadros del Prado. En este último caso con un mural se alivian las tensiones.
Lo suyo sería que averiguaran la causa del enfado y por qué gritan hasta cuando no deben, (en el homenaje a los caídos). Una vez hecha esa reflexión Zapatero verá si atiende las quejas o si prefiere bajar el volumen con el mando a distancia y dejar al personal en modo «mute». O eso, o el año que viene nos envía una copia del cd del desfile a todos los españoles junto a un par de bombillas de Miguel Sebastián.

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