Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El noble pueblo suizo no tiene ejército pero no quiere decir que no tenga carácter. Durante tres años ha pleiteado por reivindicar el queso de gruyère como producto de la patria alpina frente a otra variedad parecida elaborada en Francia. Hay que ser muy convincente para conseguir que la Comisión Europea designe a un mediador que “meta la nariz” en el problema y que no se maree con los argumentos que exponen las partes. También es posible que a Sarkozy esto del gruyère le importe poco, no así en su país dónde existen los afinadores de quesos, tipos valientes que calan con una aguja en lugares dónde se marearía un gusano, adentrándose en el territorio del roquefort hasta conseguir la melodía equilibrada del paladar, (o el óbito del afinador). Los suizos que podrían pasar por herederos del poblado de Astérix que soportan el acoso de la UE han demostrado su genio sin necesidad de sacar las espadas. Ellos son los autores de uno de los inventos más letales contra la humanidad: el reloj de cuco, hasta fueron capaces de contagiar a los alemanes para que hicieran figuritas de bávaros que salen con la jarra de cerveza cada hora en punto. Sólo por eso se les podría acusar de crimen a la estética y al buen gusto. Y, aunque no tienen marines crearon un cuerpo de élite que es la Guardia Suiza que marca el paso con lanza en El Vaticano. Vistos en una postal no parece que sean capaces de hacer algo más que taichí con sus pololos pero nunca se sabe, igual Rambo fue instruido en los comandos especiales de la Guardia Suiza. El gruyère en altas dosis puede considerarse como arma de destrucción gástrica masiva. Las crónicas dicen que el emperador Antonino Pío se fue al otro mundo después de un atracón de este producto, aunque como en el año 161 no existía la Comisión Europea, los suizos siempre pueden argumentar en su defensa que fue por culpa de un gruyère francés caducado. Tal vez el emperador espichó por cualquier otro motivo porque entonces tampoco existían indicadores de colesterol, ni galeno que se atreviera a no seguir la corriente al señorito. Ese carácter montañés y peleón que los suizos aplican al gruyère lo ha puesto Revilla para conseguir la promesa del AVE a Cantabria. Consultemos la lista de los cluniacenses de la abadía suiza de Rougemont para saber si Revilla se formó entre ellos. Le ha arrancado una promesa al Gobierno que los constructores no han obtenido.
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