Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Vaya por delante que soy un fan de la medicina tradicional china, es decir que soy “banderilleado” en la oreja de manera habitual por mi médico. Hace unos años éramos cuatro los que acudíamos a la acupuntura pero, de repente, la maraña de “acupuntizados”, y resto de seres con chinchetas y pulseritas ha aumentado. Es más, no hay hortera sin pulserita para el equilibrio; unos se la han recomendado a otros y ahí el negocio. En muchos casos si se busca el nombre del supuesto creador se descubre que no es una persona si no una calle de Pekín que hace referencia a un pez de río. Pero todo lo que viene de oriente nos suena a salud, y cuánto más raro sea el inventor de la pulsera, más éxito tendrá. Esta técnica de “venta por imitación” es imbatible, está basada en la capacidad que tiene el ser humano de repetir comportamientos estúpidos. Después de ver “La Dolce Vita” cualquier bobo que arroje un céntimo a una fuente verá cómo su gesto se ve multiplicado de manera exponencial. La estupidez es parte de nuestro código genético. Una de las fotos del verano es la del Príncipe Felipe con un parche en el cuello, un argumento que ha dado para cien tertulias de televisión. Conste que cada uno le reza al santo que más le conviene y, si cree que un parche le arregla la vida, que se lo ponga. Dejando la cuestión clínica de la que deberá responder el inventor del artilugio, (en el caso de que den con él), lucir un apósito a la altura del cuello recuerda a las colchonetas que tras pinchar se reparaban con un parche de bicicleta. El resto del verano será por qué se ha quitado el parche, en qué otras zonas lo lleva, y qué otros famosos lo lucen. Tal vez sea un apósito para evitar “marujeos” y preguntas cotillas, un sortilegio para alejar a los “mariplastas de sofá” que todas las tardes apuñalan a alguien por la espalda. Hace un año, a estas alturas, andábamos buscando dosis de “tamiflú” para hacer frente a la que iba ser la madre de todas las gripes; hoy se queman dosis caducadas de vacuna contra la Gripe A porque no son necesarias. Es posible que dentro de un año veamos en las cunetas los restos de las pulseras que evitaban mareos, contagiaban el optimismo, o nos protegían de las meigas. El caso es que ahora toca la medicina china porque está de moda, ignorando que esa medicina lo que aconseja es a cambiar el rítmo de vida. Por lo tanto sí el Príncipe se aleja del pantalán de las regatas, se pierde con su familia en un lugar sin fotógrafos, sin curiosos, en un sitio dónde pasar las vacaciones con la única preocupación de ir a comprar el pan, entonces le sobrará el parche. Si uno no hace por mejorar la calidad de su vida lo demás son cuentos chinos y pulseritas de todo a dos euros.
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Etiquetas: la gaceta de salamanca, opinion