Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Bienvenida señora Obama, a España, tierra que tiene “un papel en el mundo”. Seguro que cuando le hayan traducido las palabras de José Blanco habrá tenido dudas de sí viene a tumbarse en una hamaca o le van a dar unas charlas de Historia en la Universidad de Verano de Espartaco Santoni. El factor pelota nos puede, Blanco está dispuesto a llevar a Michelle Obama en palmitas en compañía de Bernardino León, siguiendo el ejemplo de López Vázquez en “Atraco a las tres”: “¡Fernando Galindo, un admirador, un amigo, un siervo, un esclavo!”.
La visita de la mujer del presidente de Estados Unidos tiene algunos efectos secundarios, entre ellos una pugna “identitaria” entre Marbella y Benhavis, término municipal dónde está el hotelazo en el que se va a alojar con séquito y baúles, (quede claro que Michelle no baja a la piscina con cualquier cosa). Estos dos lugares malagueños se pelean por señalar la línea fronteriza de “Google maps”. Es evidente que los “obamitas” no se van a mezclar con el pueblo llano, con las “omaitas” de sangría y chanclas. La que pasa por primera dama del mundo no viene a España para alojarse en un hotelito rural con encanto si no en un establecimiento dónde cada noche cuesta un pico que roza con el techo del salario mínimo interanual.
Lástima que no tengamos NODO porque las imágenes del Ministro de Fomento recibiendo al séquito norteamericano en el aeropuerto Picasso de Málaga prometen grandes momentos. Se supone que protocolo de la Casa Blanca se habrá encargado de dejar las pistas libres y habrá limitado el número de pelotas para que no estropeen el ambiente. Lo cierto es que nos pueden los ecos de sociedad y ésta era una ocasión que ni pintada para que Blanco hiciera un papelón de embajador de buena voluntad.
Al margen de la disputa identitaria entre Benhavis y Marbella, pensábamos que el encuentro interplanetario que nos vendieron sería otra cosa y no que los Zapatero se hicieran los encontradizos con los Obama paseando por Puerto Banús mientras comen un helado, que es lo que hace todo el mundo mientras observan yates tan caros como horteras. Jesús Gil le hubiera sacado mucho partido a este asunto, sin duda.
Visto el show que se ha organizado entorno a la visita que no es oficial, (pero lo parece), tenemos razones para pensar que los guiones de Berlanga son la prolongación de la diplomacia española por otros medios. Aquí un siervo, un esclavo.
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