Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
En una isla desierta uno sólo puede esperar a que pase un barco y le rescate, o a que suceda un amor y le ocurra lo mismo. Penélope Cruz y Javier Bardem han hecho posible aquella sentencia de Jardiel en la que afirmaba que en las playas de Holllywood o te tumbas en la arena a ver las estrellas, o te tumbas sobre una estrella a ver la arena. Pero ellos no se han casado en Hollywood porque ese litoral está repleto, dónde no hay un manager está un equipo de “los vigilantes de la playa” que es la versión yankee y sosa de “Verano Azul”, (como no tienen el talento de Mercero lo que hacen es apretarle el biquini a Carmen Electra, la mujer a la que los tiburones les gustaría darle mordisquitos). Y, también en ocasiones se ven señores de Aranda de Duero con negocio en Malibú que son perseguidos por reporteros de “Españoles por el mundo” ávidos de que les cuenten lo suyo, hasta que se lo cuenta. Malibú es como Matalascañas pero con más perseverancia en las tablas de ejercicios abdominales.
La gente hace cosas muy exóticas en una isla lejana, por ejemplo Keith Richard estuvo a punto de matarse al caer de un cocotero. Lo que no habían logrado años caminando por el lado oscuro del rock casi lo consigue un fruto tropical que vale menos que un cd. En cambio ellos han optado por el matrimonio que es esa cucaña sentimental que se recorre a pachas hasta que uno de los dos se cae. En las televisiones de la tarde rotulan que ha sido “un matrimonio secreto”, y luego mezclan las imágenes con el beso de Iker-Gable a Sara-Gadner para que el personal opine sobre si fue improvisado o de guión cuando todos los besos son salvajes, dejémonos de tonterías. El amor es improvisado y tal cuál se presenta, lo mismo acaba con la vida de un roquero que se enamoró de un coco que es capaz de unir a una pareja de cine. El otro amor, el de guión y focos, sólo funciona en las series venezolanas y en las comedias de Arturo Fernández en las que el patio de butacas huele a almidón, a fijador y a colonia de almendras secas.
Debe ser frustrante para Zapatero que el primer tema de la semana fuera un beso, luego el matrimonio de Penélope y Bardem y por último el debate. Si le hubiera plantado un morreo a Bono, tal cuál lo hicieron Cristina Aguilera y Britney Spears, el mensaje habría dado la vuelta al mundo. En cambio de lo que se habla es de lo buena chica que es Sara Carbonero y lo feliz que está junto a Iker Casillas. Idem con Bardem y Penélope, (y del valor que ha tenido para echarse a Pilar Bardem de suegra). El amor todo lo puede como decía Quevedo.
De ahí la importancia de cuidar la biodiversidad para que existan islas secretas. Vale hasta para el islote de Perejil donde el amor es por una cabra que escucha viejas cintas de Emilio “El Moro” mientras atusa los pelos de su hocico al fuerte viento de levante.
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