Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Lo que va de “Banderita” como pasodoble a lo que ahora es bandera de todos
una distancia generacional que hemos saltado de un bote, o mejor dando un salto como el de Pujol que puso al país en pie al tirar de su cabeza. De nuevo es el deporte la solución para eliminar nuestros complejos; nunca antes se habían visto tantas banderas de España situadas en más balcones. Vas a cualquier tienda y te despachan “cuarto y mitad” de bandera como el que antes pedía jamón York. Símbolo que ha llegado hasta los top-manta dónde se venden copias a granel porque está de moda lucir bandera de España.
Despertó el español de su letargo como tiene por costumbre: de golpe y sin dar explicaciones. Hasta el momento habíamos sido un pueblo que presumía de poner una pica en Flandes pero que era incapaz de enseñar una bandera en una maceta por si los vecinos le tenían por peligroso elemento antidemócrata, (no fuera a ser que nos dijeran que éramos más de derechas que Don Pelayo). La bandera consistía en un objeto pequeñito de escritorio que se regalaba a los abuelos por Navidad, y allí quedaba en una vitrina junto a la barca de palillos, la gitana y un toro zaino.
Uno viajaba por Europa y veía como la exhibición de símbolos nacionales era un asunto resuelto en cada país desde hacía varias generaciones, menos en el nuestro dónde éramos españoles pero “de la secreta”, de esos que esconden su identidad para no dar pistas al enemigo. Después de varios años de pegarnos con la bandera y con el mástil, (y de tenerla como símbolo excluyente), ha tenido que venir el fútbol para colocar las cosas en su justa normalidad. De momento está por ver que ganemos la final pero ya hemos ganado la superación de un trauma infantil. Gracias Alemania, gracias Paraguay, gracias Portugal, gracias Chile, gracias Honduras y gracias Suiza, a todos ellos les debemos haber salido de este letargo tan ñoño y casposo.
Hemos lucido camisetas del Ché con la bandera cubana, hemos llevado la bandera confederada de Estados Unidos, cualquier cosa menos combinar rojo con amarillo no nos fueran a tomar por un extra de “Las Leandras”, esa zarzuela dónde se hacia ostentación de patriotismo con bandurria.
Hay banderas que se lucen y no duelen.
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