Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Resulta curioso que en el día de un santo, (San Isidro labrador), el Ayuntamiento de Madrid premie a la mayor latifundista de España que es la duquesa de Alba. Gallardón se agarró del brazo de la duquesa, y no al revés, desde la entrada en cortejo por la puerta del patio acristalado hasta el final del acto que fue con música de cámara y partitura de Luigi Boccherini. La duquesa, calificada como “sencilla y cercana” por el alcalde, no fue con el novio funcionario que habrá menguado después de que Zapatero le bajara el sueldo. Mucha cámara, por la música, también por las cámaras los reporteros que perseguían a la hija pequeña de la duquesa, Maria Eugenia, (que se marchó sin participar en el vino español, huyendo de las preguntas y protegida por su hermano Cayetano, ambos a paso militar y algo molestos). Hubo mucha cámara y camarillas como se vieron al acabar los discursos. Mucha cámara y poco organillo para un acto tan ilustrado como poco castizo.
Así como el 2 de mayo en la Puerta del Sol tiene aire de pradera de San Isidro por lo abigarrado del aforo y lo dispar de los invitados, la ceremonia de Cibeles es una cita para elegidos, apenas cuatrocientas personas tirando por todo lo alto. Al margen de los premiados: la citada duquesa de Alba, Luz Casal, (Tul Casal por el vistoso traje que llevaba), el pintor Antonio López, y Rodrigo Rato, el morbo estaba en ver cómo se relacionaban las autoridades municipales y regionales. El vicepresidente de la Comunidad, Ignacio González, hizo la entrada flanqueado por sus consejeros Ana Isabel Mariño e Ignacio Echeverría. Con ellos el portavoz adjunto del PP en la Asamblea, Juan Soler, que se supo en “territorio comanche” al encontrarse con Iñaki Oyarzabal, secretario general del PP en el País Vasco, al que días antes había calificado en su blog como “persona de formación académica, política y cultural digamos que limitada”. Sin embargo Soler estaba cómodo: “me gusta jugar en campo contrario”.
Otro punto caliente fue el encuentro entre Ignacio González, Manuel Cobo y Pío García Escudero que llegó tarde a la ceremonia. Los tres conversaban en animada charla, se supone que hablarían de la pasión común que les une, el Real Madrid. En Cibeles se hablaba mucho de fútbol quizá para no tocar otros asuntos. La resaca del triunfo del Atlético ha tenido efectos secundarios en la voz del coordinador general de IU, Gregorio Gordo, que arrastra una afonía modelo Forlán que piensa acentuar el próximo miércoles cuando acuda a Barcelona. “Este equipo ha cambiado el curso de la historia, antes jugábamos como nunca y perdíamos como siempre, y ahora no jugamos ni a las tabas y ganamos”, decía. Igual de cansada, pero con voz, estaba la delegada del Gobierno Amparo Valcarce que fue otra de las que regresó en vuelo del “alter-hours” junto a la presidenta de la Asamblea, Elvira Rodríguez, también presente.
Ignacio González tuvo que escuchar en primera fila, como Gallardón calificaba a Rodrigo Rato como “el mejor presidente que podría tener Caja Madrid”, y se quedó tan pancho, eso sí obviando que fue él quién hizo todo lo posible para laminar el camino de González. El protocolo sentó próximos a Fernández Tapias y a Tomás Gómez, Maru Menéndez y David Lucas.
El resto eran concejales con mando y en la oposición, empresarios como Arturo y Lucio. Y, también Teddy Bautista, al verlo pasar alguien advirtió: “¡cuidado, no silbéis, que está ahí el de la SGAE”.
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