De Berlanga al Bigotes pasando por Ozores

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

“Rinconete y Cortadillo SL” fueron algo más que personajes de Cervantes, fueron una sociedad que se constituyó en el Siglo de Oro y que ha llegado hasta nuestros días con excelente salud y cargada de entusiasmo puesto que no le faltan encargos. La corrupción ha dado mucho juego en teatro, en cines y en televisión, lo difícil es establecer la barrera entre realidad y texto interpretado. Podríamos pensar que las fotos de Roldán en calzoncillos en el Hotel Crillón de París, (unos gayumbos estampados con el ratón Mickey), son en realidad parte de la campaña promocional de una película de Ozores, “Los Presuntos” o “Esto es un atraco”, (pongamos por caso). Tampoco desentonaría un perfil de duro como el que tiene Bárcenas en “Los Bingueros”, comedia de Pajares y Esteso en la que se narra cómo dos pobres desgraciados, dos pinchaúvas, tratan de buscarse la vida.
El dibujante Ivá pecó de inocente cuando creó a Makinavaja al que subtituló como “el último chorizo”, ¿último?, imposible puesto que en la cola del latrocinio nacional hay más chorizos que aviones esperan la orden de despegue en el aeropuerto JFK de Nueva York. “El Maki” dio origen a una segunda película, (de nuevo con Pajares), que se llamó “Semos Peligrosos”, unas aventuras que también dieron su juego en la tele con el desaparecido Pepe Rubianes como protagonista. Porque el chorizo “a la parrilla” también funciona en tanto ofrece buenas cuotas de espectadores, por ejemplo las que durante diez temporadas tuvieron “Los ladrones van a la oficina”, uno de sus capítulos tenía un nombre muy adecuado: “España Cañí”. Un argumento que antes se había desplegado por Luís Berlanga en “Patrimonio Nacional”, donde la familia Leguineche trataba de sacar partido a la transición para recuperar los blasones perdidos. Tanto éxito tuvo que más tarde le sucedieron dos entregas más: “La Escopeta Nacional”, y “Nacional III”. Tanto Berlanga como Rafael Azcona fueron capaces de enviar al paredón de fusilamiento a una clase social en decadencia que daba sus últimas bocanadas tratando de sobrevivir gracias a las subvenciones oficiales, eso sí, sin perder un ápice de su altanería y rancio abolengo. Luís Escobar, José Sazatornil y Agustín González clavaron a los personajes de tal manera que los Leguineche nos parecieron gente conocida. Berlanga más tarde haría una comedia relacionada con la época de corrupción socialista con un título demoledor: “Todos a la cárcel”.
Jardiel Poncela escribió una obra de teatro que tituló “Los ladrones somos gente honrada”, el protagonista era Daniel “el melancólico”, quizá porque hasta los chorizos tienen su corazoncito. Igual que los personajes del trío de robaperas de la zarzuela “La Gran Vía”, esos que se arrancaban al compás de una jota que decía: “yo soy el rata primero, y yo el segundo… y yo el tercero”. Hasta para delinquir hay que tener un método y seguir un orden. Así que “Pepe Gotera y Otilio” en realidad no son unos chapuzas cualquiera, se trata de honrados trabajadores de las malas artes, parte de lo que podemos llamar la economía choricera que es un paso más allá de la economía sumergida, otra forma de interpretar el PIB en defensa propia.

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