Las grandes vocaciones tardías

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

El delfín abandona la piscina. Juan José Güemes, consejero batallador dónde los haya, un político señero en el PP madrileño que no huía de los micrófonos, ni se agachaba cuando los sindicatos le seguían como si fueran monjes del Monasterio del Cobro, se va. Pone puente de por medio y a San José como excusa para mostrar su vocación tardía, (tan apasionada como secreta), por el mundo de la docencia. Lo siento por los valencianos pero la traca política ha estado en Madrid. Para desmelene político el de la salida de Güemes por la puerta de los pasmos. Sin desmerecer al resto del Gabinete de Aguirre a Güemes siempre le gustó marcar el pulso político y entrar en batalla con la bata blanca, desde la tribuna de la Asamblea, o desde los micrófonos de las tertulias a las que tenía tendencia por aquello de que daba bien en pantalla. Hasta es posible que mirándose al espejo se haya preguntado alguna vez si había alguien más guapo que él para subir escalones en la Puerta del Sol, y seguro que habrá soñado con una carambola que hubiera sido Ignacio González en Caja Madrid y él de vicepresidente regional. A veces hay que tener cuidado con los sueños porque se puede hablar en alto. En ese caso el detonante de la vocación tardía por la tiza y la pizarra sería el desencanto. Ya fuera por iniciativa propia, o por el coro de los aduladores inherentes a todo alto cargo, Güemes se ha tenido que plantear un futuro más elevado en el gobierno regional. Y si no es así que venga un polígrafo, o en su defecto un lector de código de barras que sepa reconocer la ambición a primera vista. Pero todo: proyectos, deseos, quinielas, movimientos de sillas, codazos, enemigos, palmeros, club de fans, huelguistas y demás se han ido al garete por una vocación tan irrefrenable como tardía, (en otra época les daba por ir a las misiones africanas). Es como si de repente el hijo anuncia que se emancipa y se marcha a vivir fuera de casa, algo que sorprende siempre aunque “el chiquillo” tenga cuarenta años. Ya puestos a buscar una salida en condiciones podía haber entrado en el mundo del toro para apoyar desde la arena la consideración de la tauromaquia como BIC. Güemes vestido de luces en el ruedo de Las Ventas sí que sería un mitin en condiciones, y más si compartiera cartel con Cayetano Rivera. Otras de las teorías que circularon ayer a mediodía por Madrid es que pretende volver, “como ministro de Rajoy”, dentro de un par de años, lo cuál sí que es tener confianza en el futuro y fiarlo para largo. Queda ahora conocer a quién va su herencia política, no tanto por el organigrama de la consejería que se ha repartido en distintas áreas sino saber quién va a hacer de guapo en la foto con Trinidad Jiménez y, esto es lo más importante, ¿a quién deben seguir ahora los sindicatos en los hospitales? Este último detalle que tiene gran importancia no lo ha dejado atado Güemes, debería llamar a Javier López y a Ricardo Martínez para enlazar estos cabos que no deben quedar sueltos. De repente al consejero Fernández-Lasquetty, que tiene un tono moderado y mirada tímida, le van a seguir unos señores con la pancarta. Salvo que Güemes se los quiera llevar también a la enseñanza porque después de tantas broncas ya deben tenerse cierto aprecio mutuo, se van a echar de menos. ¡Y Tamayo quería ser el protagonista ayer!, eligió mal día para dejar de fumar como decían en “Aterriza como puedas”. Estaban en la Puerta del Sol como “tamayadas”. Aparecer en el adiós de Güemes es como si te presentas en casa de Noé a vender agua mineral la mañana en la que comenzó el Diluvio.

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