Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Caronte tira de remo porque es un clásico pero su barca sufre la crisis como si le tuviera que poner gasolina a un fuera de borda; es la consecuencia de la carestía de los precios que afecta tanto a los vivos como a los muertos, el IPC en implacable también con el más allá porque nadie dijo que dejar este mundo fuera a salirnos gratis. Las oscilaciones del sistema financiero internacional tienen su reflejo macabro en los cementerios, es aquello de la economía a tumba abierta aplicada a la industria de las pompas fúnebres. Si Madoff no hubiera jugado a la especulación muchos de estos cuerpos estarían a dos metros bajo tierra en lugar de a cinco grados bajo cero.
Cincuenta cadáveres aguardan un nicho en las neveras del Instituto Anatómico Forense de Madrid. La muerte les dejó fríos y la crisis se encargó de que se quedaran ultracongelados a la espera de que alguien les pague su entierro. Cadáveres anónimos a los que no llora nadie, gente marginal, pobres de solemnidad, inmigrantes sin suerte, madrileños solitarios, cuerpos con la tarjeta de visita atada con una goma al dedo gordo del pie. El más veterano de todos lleva desde 2006, (dos años antes de que quebrara Lehman Brothers), esperando a que le recoja el sepulturero y de momento ahí sigue en su nicho frigorífico, en un estado de letargo prolongado como si fuera un muslo de pollo que se perdió en el fondo de un congelador. No es el Anatómico Forense una guardería de muertos pero la crisis ha convertido a esa institución en un reducto de “objetos perdidos” que nadie reclama igual que pasa con los paraguas que se olvidan en un autobús de la EMT.
La historia de Madrid también se puede explicar a través de sus lápidas: en ese lugar guardan restos de los islamistas suicidas de Leganés que esperan ser analizados de nuevo mientras los días pasan. Tal vez el juez los ha dejado ahí mientras piensa qué hacer con ellos, lo cuál no deja de ser un macabro asunto del que nadie quiere hacerse responsable año tras año. O también pudiera ser que usando las neveras como metáfora alguien tuviera la intención de que este asunto se enfriara antes de echarle tierra encima con nocturnidad y tardanza. Si no se investiga en esos restos entonces no se entiende por qué han acabado también el olvido judicial como si en lugar de ser seres humanos fueran legajos extraviados en la secretaría de un juzgado.
Es la recesión reflejada en una morgue capitalina. Sólo los entierros por caridad que sufraga el Ayuntamiento de Madrid les darán el pasaporte a la otra vida. Mientras tanto están en lista de espera, esperan a que alguien les ponga tierra encima aunque sea sin cura, ni responso, ni flores que se marchiten. Con ese rictus absurdo que tienen las figuras de cera sin afeitar.
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