Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Por si fuera de interés del próximo presidente de Caja Madrid, y para reparar lo que podemos calificar a todas luces un “agravio histórico”, traigo a estas páginas la circular interna número 12 de Caja Madrid correspondiente al 16 de julio de 1939, (como a nadie escapa emitida a los pocos meses de acabar la contienda y a los pocos días de haber entrado “los nacionales” por la calle Donoso Cortés hasta llegar a la plaza de Quevedo). En esa circular se exhorta a los trabajadores de Caja Madrid a celebrar la fiesta denominada “Exaltación del Trabajo”, que no podría celebrarse en otra fecha que el 18 de julio, y se detalla las dificultades que encontró la dirección para cumplir con la norma.
Para empezar, y cito textual: “todas las gestiones realizadas, que no han sido pocas, resultaron infructuosas por no tener los restaurantes servicio de loza, cristal y cubiertos para los 250 compañeros que, aproximadamente hemos de reunirnos”. Y ahora viene lo mejor del párrafo: “la rapiña roja lo que no robó, lo destruyó”.
Pero si piensa el lector que esa dificultad supuso un óbice para el entonces director gerente, Antonio M. de Mazarrasa, se confundiría. Al revés, el director gerente inventó el picnic muchos antes de que se fabricara el seiscientos y la escapada de domingo a la Casa de Campo puesto que pedía a los empleados que acudieran con viandas suficientes para realizar el encuentro, exaltación y comida patriótica que concluía con discurso del señor Ministro de Organización Sindical.
Trasladada la petición a nuestros días, y actualizado al alza su número de trabajadores, consejeros y directivos de la entidad, no estaría mal que el nuevo presidente, don Rodrigo Rato, tuviera el gesto de reparar aquella comida que nunca fue citando de nuevo a la plantilla incluidos sus jubilados. O, en su defecto, reeditar el picnic en señal de amistad, (total, una tartera la tiene todo el mundo). Tampoco es necesario que se celebre en el mes de julio puesto que no se trata de un homenaje a la nostalgia sino de una reparación histórica.
Ya que hay loza y cubiertos para todos, al menos que haya comilona con la que celebrar la llegada del nuevo presidente. Y, tampoco estaría mal, una corrida de toros extraordinaria como era costumbre en época de Isabel II cuando se toreaban dos corridas a la vez en lo que se llamaba “a plaza partida”.
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Etiquetas: madridiario.es, opinion