La previsión de los mayas

Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS

En el cine las cosas son siempre más hermosas, hasta cuando desaparece la tierra y se la tragan las aguas todo tiene un punto de belleza. Según la tesis de una película que se inspira en una profecía maya, el mundo desaparecerá en el año 2012. No hay previsiones de futuro que sean alegres, todavía está el “maya” o el “nostradamus” que diga que en el año 2012 nos va a tocar la Lotería. Previsión y cenizo es lo mismo.
La cuestión es que ahora que ha empezado a repuntar, levemente, la economía en Europa, (menos en España), es cuando nos anuncian que el mundo se termina. Pues que se prepare el Gobierno porque si sólo nos quedan tres años por delante lo primero que va a darse es un pasotismo fiscal, dicho en otras palabras que pague a Hacienda Rita. Y, en menor escala, un pasotismo social que llenará las calles de papeleras y los centros de trabajo de colillas porque al personal le dará lo mismo fumar, o no, porque las consecuencias sanitarias les tocarán un pie.
Sea cierto, o no, de momento podemos ver en la pantalla grande cómo caen los edificios y desaparecen las ciudades. Es verdad que en caso de cataclismo mundial habría gente que apenas lo iba a notar porque viven en el filo de la miseria, pero a esos nunca les ha dedicado Hollywood una película.
Es cierto que el hombre es el único mono triste porque sabe que va a morir y esa angustia le recorta horas de felicidad. ¿Para qué preocuparse por un mundo que se va a extinguir dentro de tres años si, ni siquiera, tenemos garantizado llegar vivos hasta entonces? El único aspecto positivo que se extrae de las imágenes es que “sic transit gloria mundi”, todo pasa y no hay nada que dure eternamente, ni las pirámides de Egipto.
En el plano afectivo nos llegará el fin del mundo el día en el que nadie se acuerde de cuál era nuestro nombre, y en ese momento no habrá guionista que sea capaz de escribir una frase brillante. Será un final y luego el punto, o al revés, o todo a la vez, o da igual porque tampoco será nada relevante.
Es una pena que no dejen comer pipas en el cine porque se trata de una película para ver desde la distancia que da el crujir de una cáscara tras otra. Visto desde una butaca el final del mundo es la representación gloriosa de una Ópera sin director. Tal vez no será tan espectacular como uno de esos planos que ocupan toda la pantalla, ni haya una banda sonora cursilona y lacrimógena.
Todo lo que empieza termina, no vamos a ser menos nosotros. Claro, algún día el mundo se acabará, sólo espero que me de tiempo a recoger la ropa de la secadora y a dejarle comida a la tortuga.

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