Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
Rajoy llevaba unos días escondido tras el biombo de Alarcón, (ese confesionario móvil para encuentros secretos), cuando Elena Salgado le dio oxígeno en el debate de Presupuestos. Mal empezó la semana la ministra y luego la remató con una oferta algo surrealista, la creación de un batallón de jubilados con la misión de mediar entre la banca y los autónomos. El nombre responde al trabalenguas de “facilitadores de crédito” y no es otra cosa que “Los Ángeles de Helen” pero cambiando a Charlie por Helen y ya está. Un comando de acción inmediata que cogiera a los directores de sucursal por la solapa hasta hacerlos entrar en razón, lo que argot del hampa se conoce por “poner suave” a un banquero. La misión es asaz arriesgada: “buenas, que llamo de parte de Helen, que se ponga don Emilio Botín a ver qué pasa con ese crédito”. La Asociación de Profesionales Financieros ha puesto el grito en Niza, (donde se le ha descubierto una propiedad inmobiliaria a Elena Salgado de cierto valor, nada de una VPO de las que se entregan en sorteo de polideportivo). Ese cuerpo de elite tendría sentido si Helen contara con José Ignacio Goirigolzarri, el hermano mayor de los prejubilados de España, o con los Albertos que tan eficaces son para sus cuentas. Desde luego con Solbes y con Solchaga que no cuente. Quizá estamos ante en un nuevo esfuerzo inútil que conduce a la melancolía, o en su defecto al exilio de Niza donde, por cierto, acabó sus días la Bella Otero arruinada y sin jubilado que le leyera la cartilla.
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