Por: RAFAEL MARTÍNEZ-SIMANCAS
El primer día de la vista por el asesinato de Carlos Palomino el juez le enseñó el dibujo de una cruz gamada a Josué Estébanez, y éste afirmó que nunca la había visto, o en todo caso en la película “Salvad al Soldado Ryan”. Josué negó todo aquello que ahora el tribunal considera probado y le condena con el agravante de odio ideológico que no es de uso frecuente en las sentencias españolas. El auto considera probado que Josué pertenece a grupos de extrema derecha y que entró en el metro con la malvada intención de cobrarse una pieza humana. De nada le ha servido decir que el cuchillo de siete centímetros era para unas maniobras militares, o que la sudadera de simbología nazi era el regalo inocente de un amigo, o que jamás sus labios habían pronunciado un “sieg heil”.
A favor de la acusación estaban las cámaras del metro que captaron la agresión a Carlos Palomino y los momentos previos cuando Josué esconde el cuchillo en el dorso de su brazo para, posteriormente, golpear a su víctima con la calculada frialdad de alguien que está acostumbrado a manejarse por el filo de la navaja. El corte fue seco, rápido y definitivo: Palomino no tuvo tiempo de reaccionar antes de que se le cerraran los ojos en el andén. Sin las imágenes la acusación lo habría tenido más complicado porque su defensa consistía en que había actuado motivado por un miedo insuperable al verse rodeado de gente que le increpaba. “Morro insuperable” como queda probado y cuyas consecuencias segaron la vida de un adolescente.
Josué negó su culpa hasta el último día del juicio cuando apenas emitió dos frases de perdón. Hasta ese momento intentó pasar con el traje de camuflaje de un buen chico que se había metido en la boca del lobo de manera inocente. Queda probado que salió de cacería y que pensaba actuar en defensa de una ideología tan reprobable como antigua y perversa. En la Alemania de los años treinta hubo miles de “josués” que se divertían corriendo judíos por las aceras como principal actividad de ocio en las tardes de los domingos.
Es una sentencia ejemplarizante que puede servir para futuras agresiones. Josué mató a Palomino y de paso se ha destrozado la vida. Ya se le puede llamar condenado.
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